
No lo sabe,
él no lo sabe cuando me sirve el café.
Pero yo lo observo y este acto,
mucho menos que el café de su taza de un millón de labios,
me redime.
Sin saber que en su frase está lo eterno,
me dice, me hace,
las preguntas más discretas.
¿Qué si todo bien, que y dónde mis hijos?
Porque en su frase está lo eterno, le respondo que bien,
y que no tengo.
En su andar caedizo y en su afeitado somero
están el desgaste y lo simple.
No lo sabe él y seguro que yo tampoco.
Pero de la nada, de dos vidas ajenas la una a la otra,
en dos oraciones hemos creado una sola boca
sin edad ni distancia,
paradoja límite de la indiferencia.
Así que ahora,
cada día y siempre,
vuelvo al Labor de corredor eterno,
al lugar de la visceral primavera que parece invierno,
para en algún momento, como la crisálida al gusano,
confesar,
que esa eternidad que yo he visto,
que esa eternidad imperturbable,
se halla en él, detrás de una tosca barra de bar.
Y que allí, frente a la Uhland Strasse en la que toca vivir,
de un modo u otro,
nacerá siempre mientras él exista.
Gracias por la colaboración. Buenísima como siempre. Esos encuentros tan sencillos que inspiran tanto. Almas deambulando por este mundo por toda la eternidad. ¡Saludos!
Me gustaMe gusta
Qué maja que eres! pero sí, cualquier cosa sirve para versificar. Saluditos!
Me gustaMe gusta
¿Maja? Jaja, entre esto y lo de ‘zulo’ me han puesto a usar el diccionario, muchachos. Me hace bien codearme con ustedes para aprender el español español. Besos!
Me gustaMe gusta
Jeje, maja es poco. En cuanto a zulo, en España es una palabra muy usual debido al lamentable terrorismo. Allí guardan cosas y personas… No digo nada más. Saluditos y tutto avanti!
Me gustaMe gusta
oh. Ahora entiendo mejor. Gracias por la explicación, aunque qué lamentable. Besos!
Me gustaMe gusta
Siempre me ha parecido inquietante la vida de los camareros…y como siempre…las preguntas mas discretas.
Muy bueno. Saludos.
Me gustaMe gusta
Yo viví con uno… un auténtico espectáculo. Vivimos de a tres: él, un pintor, y yo. Un día el pintor utilizó una sartén suya sin permiso, y por eso casi le clava un cuchillo. «Entre los ojos», es donde quiso y dijo que quería clavárselo. Luego la cosa no fue a mayores, pero el tipo era de armas tomar. Durante el fornicio gritaba como Tarzán el muy ladino. Medía 1,61, y lo dicho, un espectáculo. Saludos amigo.
Me gustaMe gusta
Jajaja. Qué miedo vivir con ese tipo…
Me gustaMe gusta