Hacía tiempo que el desánimo se había apoderado de Sandra. No existía un motivo aparente o quizás eran todos a la vez.
– Depresión -sentenció Luis, su médico de toda la vida.
Cada día para ella no eran nada más que una sucesión de horas. Sin entusiasmo. Sin grandes novedades. Sin grandes sobresaltos.
Nacho esta noche parecía tener ganas de ella. La desidia también se había apoderado de esa faceta de su vida. Su libido parecía haber muerto y, la verdad, es que tampoco lo echaba de menos. Pero esta vez sí sintió el deseo de sus besos, sus abrazos.
Fue muy placentero, pero muy muy rápido. Casi violento incluso.
Consiguió sentir placer con una intensidad que hacía mucho tiempo que había olvidado y tras el clímax, en el que los dos parecían cabalgar hacia la extenuación, yacían desnudos, abrazados como dos muñecos de trapo.
Estaba…
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