Esta fuga de mi mismo (9)


Manos fuertes, sonrisa alegre, el cuerpo perfecto y una hernia lumbar, esa era ella: Laura. Mi Laura Blake. Sentía cierto placer de que no fuera psicóloga, sentía ese placer que te causan las mujeres que saben tejer historias, las que todo el tiempo se están dejando llevar por su capacidad para crear. Hasta antes de conocerla, yo estaba enamorado de Natalie Portman, pero Natalie no era perfecta, primero porque no bebía tequila y en caso de hacerlo, con dificultad querría beber mezcal. Adoro a las mujeres que beben mezcal.
Durante esos días que ya habían perdido el nombre, estuve pensando en hacer una historia, quizá lo correcto sea decir que había pensado escribir una historia de Laura Blake y que fuera interpretado por Natalie, ella era el único rostro posible para mi Laura, pero luego las cosas resultan ser más o menos como uno quiere y ya no hay necesidad de escribir nada y mucho menos buscar quien haga ese papel, quizá lo mío era un pretexto para estar en el set de grabación, pero creo que esa era una historia un tanto disparatada. Quien mejor va con ese papel de Laura Blake es Jaimie Alexander, aunque con ella corría el peligro de perderme en los laberintos de mis pensamientos y mis pasiones. Jaimie posee uno de esos cuerpos que no traicionan.

Laura tomaba mezcal.

Nos conocimos un lunes, un día como cualquier otro o como casi cualquier otro, ella me sonrío a la primera y no fui capaz de decirle que a ella la conozco desde siempre, que he llorado una o dos veces por su ausencia, que se todas sus historias y se de su viaje a Brasil y la historia de la anciana prostituta o la prostituta anciana, supongo que en este caso el orden de los factores causa cierta alteración. Lo sé todo Laura, eso quería decirle, sin embargo toque su mano, me mire en sus ojos y sentí su piel después de casi 24 años de ausencia. Mi ausencia en su vida.

Laura escribió historia sólidas acerca de la anciana prostituta y se vino a esta frontera buscando a la heredera de la fortuna de esta anciana.

Soy escritor, le dije a Laura y ella no paro de reír.

A Laura le gusta el teatro. El dolor en su columna la ha limitado, ya no hace yoga porque no se atrevió a soportar el dolor, o porque no había motivo para soportar ese dolor o porque simplemente no deseaba soportar ese dolor. Ella fuma, pero no esos cigarrillos que vienen impregnados de miles de componentes químicos, es inteligente, se entera de las cosas que suceden en este mundo, ha recorrido las fronteras una y otra vez, ella sueña y yo sueño con ella, todas las noches.

Tenía ganas de perderme con ella, en ella, en su cuerpo, en sus labios, en su hernia lumbar y hacerla olvidar ese dolor. Uno nunca sabe lo que pueda pasar. Hoy también era lunes, llovía un poco y el clima estaba errático, frío para cuando aún debería quedar un poco de calor, sus ojos no me habían visto, pero yo podía aún adivinar la chispa en ellos. Llevaba el uniforme que hasta hace unos días, se había puesto aquella chica con la que empezó toda esta historia, esta fuga de mi. A la chica de esta historia, o mejor dicho a la chica que disparo esta historia no la volví a encontrar pero tenía necesidad de verla, de pedirle que me regrese mi libro, mi pequeña joya, la última vez que la vida se había quitado el sostén y se había mojado las tetas con mezcal, el mejor mezcal, de los que no se encuentran ni siquiera en Oaxaca, lo de ella fue un sábado poco antes de que me dijera que quería un perro. Me gustaría ser cruel y decir que ya la olvide, desde luego que prefiero la verdad y de todo esto me preocupa que no me regrese mi libro, ese libro que nos llevo al camino del orgasmo. Supongo que de ir por mi libro me llevare un mal sabor de boca y confieso que ya no quiero verla, que estoy perdido en los ojos de Laura.

Laura es tan bonita que no dudo que pase horas enteras ante el espejo, enamorada de ella misma. Pienso en la cara que pone cuando se masturba, es casi seguro que se masturba, tienes las manos muy fuertes y los labios rojos e intensos, con ella sellaría un pacto de amor que no es otra cosa que un beso.
No dejaba de pensar en la historia que había mantenido en mi cabeza durante tanto tiempo, yo no me enfrentaba al conflicto de la hoja en blanco, sino a mi creciente indisciplina, escribir es para mí una necesidad y a veces creo que me comporto como los chavos que de manera despreocupada creen que lo pueden todo y terminan por no hacer nada (aunque no todos son así). Hace un tiempo pensé escribir una historia para salir de mis problemas, daba por descontado que podría ganar cualquier concurso, desde luego que no tenía ni puta idea de lo que se trata cuando uno dice que es capaz de escribir. Lo cierto es que nunca he dejado de soñar.

No había mujer más interesante que ella en toda la ciudad. Mi vecina. Tal vez estoy exagerando de nuevo.

Me olvide de la vida, otra vez. La ciudad cambia de sitio constantemente. Estoy preocupado. Nunca he hablado de las cosas que pasan en la calle, quizá no tiene sentido hablar de ellas o quizá soy una persona que todo la exagera. La ciudad era ese sitio donde nacen sicarios y amantes. Amantes que poseen poder, sicarios que hacen que ese poder sea efectivo. Un nuevo orden. Control. Alta traición. Me espantaba la idea de quedarme sin Laura, tenía mucho por hacer, pero me estaba volviendo necio y lento, dentro de poco necesitaría ayuda para orinar, se que el termino es grotesco, pero a veces no hay más opción que disimular. Normalmente veo a Laura por las tardes cuando todo está tranquilo, a veces me estoy muriendo de sueño y no tengo manera de justificarme. Ella se levanta primero y yo le sobo una vez más para que me de suerte, sus pies quizá estén fríos, pero el sexo de ella no logra apagarse y yo no logro alejar mi mano, mientras pido por mi suerte. Suerte para estar en algún lugar de la vida, con ella, con mi Laura Blake.

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