“Andábamos Lía y yo disfrutando del tiempo relajado por senderos olvidados… divagando sobre la naturaleza humana y otros extraños conceptos; en realidad yo la miraba y solo podía pensar en si sería platónica, aristotélica u optaría por el humor de Aristófanes, también en invitarle a un “merlot”, que es un vino redondito que suele gustar a las chicas, cuando, alertado por un comentario suyo que capte mezclado entre mis tonterías, propuse que acaso fuéramos física.
Muy ateo yo, siempre había pensado que eramos esclavos de nuestras hormonas, feromonas y demás sustancias químicas sintetizadas por esa bella máquina cubierta de piel que somos. Entonces Lía y su melancólico estado devenido por un pensamiento recurrente, me soltó a bote pronto:
-Por mucho que gratifique, no puedes pasarte la vida dando mucho y recibiendo muy poco, a veces te quieres querer a ti misma.
-Eso es bueno, no digo yo que no, buscas…
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