Echo a volar mis manos al vaivén de los días para no escribirte
y el amanecer se queda dormido abrazado a una silla vacía,
mientras el estribillo de la canción
traza tu tristeza de domingo por la noche.
Echo a volar mis manos a un diálogo ajeno
para no tocarte, para no tocarme demasiado,
nos besamos en la frontera donde nada sabemos,
ahí donde las bocas dejan hojas secas en el cabello.
Reblogueó esto en Lengua de Venus.
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Una preciosidad, como todo lo tuyo.
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Muchas gracias Castroviejo. Un abrazo 🙂
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Genial amiga poetisa. Me despiertas el hambre por leerte, en especial, cuando en esta dulce brevedad me cautivas… 🙂
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Que lindo tu comentario edwincolonpagan! 🙂
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