La paradoja se extiende
en tarjeta postal
de humedad ominosa.
Deliberada, oscura y contradictoria
hiende como puñal,
rasga como caninos.
Incrusta la traición
por la espalda.
Mortal y hechicera
nació plagada de errores,
consumada en desmesura,
asombrada en su intento
de conquistarlo todo.
No pudo ser.
No es.
Alcanza, mínima, la magnitud del punto,
una insignificancia en el universo,
el grano de arena
en el ojo omnipresente
de un dios como tantos.
Y terminada
y monstruosa,
y grotesca
acordamos
— conciliadores—:
final de farsa.
Excelente poema Verónica, como todos los que escribes. Abrazos!
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¡Oh, Edwin! Siempre es un placer encontrarme con la calidez de tus palabras. Tras una corta ausencia me siento bienvenida a mi lugar.
Un abrazo.
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A mí me pasa lo mismo. Aunque estoy atareadísimo con mis cursos en la Universidad, es un oasis leer tus escritos, hermosos y en una redacción impecable querida. Te felicito!!!
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¡Estás en todos lados! Me da gusto, porque aquí y allá podré leerte, y sigo en la racha de «me han gustado todos». Un saludo, Vero.
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Soy múltiple y ominipresente. 😀 Bien, ya «descubriste» Salto. Te invito a que recorras la obra de todos sus autores. Un abrazo, Daniel. ¡Qué placer encontrarnos también aquí!
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Oh que fuerza en tus palabras. Besos, Vero.
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Eres benévola (además de un encanto) le llamas fuerza a lo que me parece dureza. Un abrazo gigante, Carla.
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Sí, tienes razón, también dureza. Un abrazo enorme de vuelta.
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