Séptimo chakra


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Tras décadas de meditación, el monje sin nombre alcanzó la última etapa de la apertura de sus chakras. Aquello le garantizó el acceso a la dimensión del conocimiento.

Luego de mucho tiempo en dicha dimensión, el monje adquirió un estatus casi tan alto como el de un dios. Se volvió inmortal, omnipotente y solo le faltaba la omnisciencia para ser un dios completo.

Pasó mucho tiempo pensando, hasta que se decidió a detener el tiempo. El propósito de aquel acto era usar su recién adquirida omnipotencia y viajar a través del tiempo y del espacio para así aprender todos y cada uno de los conocimientos disponibles hasta el instante en que detuvo el flujo temporal.

El tiempo seguía detenido y el monje sin nombre, entre descansos que duraban siglos humanos,  continuaba aprendiéndolo todo.

Llegó entonces el momento en que se encontró frente a frente con la última pieza de conocimiento que le faltaba para completar su omnisciencia. Se lo pensó mucho antes de tomarla y aprenderla.

Cuando aprendió aquella última cosa, el monje supo que debía soltar la parálisis que le impuso al tiempo. También entendió que, al correr de nuevo el flujo temporal, nuevos conocimientos iban a nacer.

Pensó y pensó. Se detuvo ante la idea de que dejar fluir de nuevo el tiempo atentaba contra su omnisciencia artificial. No lo soportó.

El tiempo volvió a correr en cuanto el monje se suicidó.


Texto: Donovan Rocester

Imagen: Sahas-Hedge

8 comentarios sobre “Séptimo chakra

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