Todo comenzó cuando venía caminando de la escuela. Betty, mi mejor amiga, faltó ese día y tuve que regresar sola. Hacía mucho calor y la verdad es que me hacía falta mi amiga. Podíamos platicar y reírnos por el camino. Nada parecía distinto ese día. Por alguna razón me sentía asustada. No era la primera vez que iba sola. Un presentimiento me acompañaba y no me equivocaba. En un segundo, una camioneta se acercó. De ella se bajaron dos hombres que me agarraron y me hicieron subir a la fuerza. El temor se había convertido en terror. Uno de los hombres me tapaba la boca y el otro iba amarrando mis manos y mis pies. En un impulso le mordí la mano al que me tapaba la boca y grité, pero enseguida me golpeó tan fuerte, que perdí el sentido. Cuando desperté seguía en la camioneta. No se veía ninguna casa en el camino, por lo que me dí cuenta de que nos dirigíamos a un paraje solitario. No sé cuánto tiempo habíamos viajado pero sé que había sido bastante. Por primera vez pensé en mi pobre abuelita, preocupada, esperando por mi. Los hombres hablaban entre ellos, contentos de tener otra presa, mientras yo luchaba por soltarme inútilmente. Las lágrimas corrían por mis mejillas, temiendo lo peor.
Llegamos a una choza de madera. Uno de los hombres me arrastró hasta adentro. Una estufa de gas y unos cuantos cachivaches era todo lo que había en el lugar. Pregunté si podía ir al baño y ellos se empezaron a reír. Si quería mear tenía que hacerme encima, dijeron, porque no pensaban llevarme a la letrina afuera de la choza. No aguantaba más y humillada sentí correr por mis piernas los orines. Me miraron burlándose. Entonces se fueron. Escuché que encendieron la camioneta, arrancaron violentamente haciendo un ruido ensordecedor. Luego siguió un tenebroso silencio. Allí encogida en una esquina, sollozaba amargamente. No sabía cuál sería mi suerte. Decidí seguir luchando para soltarme, pero no lo lograba. Si me dejaban allí para siempre, moriría sin duda, pero tampoco quería que regresaran. En aquel lugar lleno de telarañas, me iba poco a poco resignando a un final desastroso. Me acordé de mi padre y de mi madre. No había pensado en ellos por muchos años, desde que murieron en un accidente cuando yo tenía tres años. Solamente yo sobreviví, porque mi padre me había colocado con mucho cuidado, en un asiento protector en la parte de atrás de la camioneta.
Estaba oscureciendo, la choza estaba en penumbras. La camioneta se escuchó de nuevo. Mi respiración se detuvo. Un hombre entró como si esperara encontrar a alguien que le enfrentara. Me miró haciendo una señal con el dedo para que no hablara. Se acercó a mi, rápidamente soltó las cuerdas que me ataban y me sacó del lugar. Me subió al asiento trasero de su camioneta donde le estaba esperando una mujer que me saludó con cariño. Con mucho cuidado, él me aseguró el cinturón de seguridad. Encendió el vehículo y nos fuimos.
***
Desde el asiento de atrás, ya aliviada, miraba al infinito. La noche estaba clara, preñada de estrellas. A pesar de que ya no estaba en peligro, no le había agradecido al hombre que me hubiera rescatado. Tampoco le había dicho a dónde debía llevarme. Supuse que me llevaría a una delegación. La mujer miró hacia atrás y me sonrió dulcemente. Algo le dijo a él que hizo que también me mirara. De repente un grito salió de mi garganta.
—¡Cuidado, papá! ¡Un camión viene de frente!
Él volvió los ojos al camino y vio las luces que venían directamente hacia nosotros. Maniobró evitando el accidente. Cuando detuvo la camioneta, todavía sujetaba con fuerza el volante, posó la cabeza sobre él, asustado y agobiado por lo que pudo suceder. La mujer puso la mano en su espalda, en una caricia solidaria. Unos minutos después él bajó y abrió la puerta de atrás, donde yo estaba. Me liberó del cinturón y me tomó en sus brazos. La mujer también se bajó. Me acarició y me besó con mucho amor.
—Todo está bien, mi amor. ¡Nos salvaste la vida! Vamos a la casa de tu abuela.
El domingo siguiente fue mi cumpleaños. Papá y mamá me hicieron una gran fiesta. Cumplía cuatro años. Betty me regaló una hermosa muñeca rubia.
Inquietante y conmovedor, ¡muy bien, Melba!
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Gracias Carlos. Gracias también por tu ayuda en este trabajo.
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De nada, Melba. Fue un placer.
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Tengo que reconocer que me has dejado descolocado con este relato, lo he leído varias veces y no acabo de saber, si era un sueño, si sus padres la rescataron de niña de una indigencia o que paso realmente. Quizás eso sea lo interesante del relato.
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No es un sueño, tampoco los padres la rescataron de la indigencia. Me alegra que te haya gustado..
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Excelente… Me dejo sorprendida, sin duda lo voy a tener que releer!!
Saludos
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Gracias. Me allegro que te haya gustado. Un abrazo.
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No acabo de entender el significado, y demasiadas hipótesis se agolpan en mi cabeza. ¿Viajó en el tiempo dentro de la cabaña? ¿Vio el futuro antes de que sucediese? ¿Quizás unos agentes del tiempo la secuestraron para que la niña evitara el accidente? ¿Quizás los segundos padres no son los mismos del principio, pero la niña no puede establecer las diferencias por algún tipo de trastorno postraumático?
¡Me ha encantado!
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Es bueno que te hayas hecho todas esas hipótesis. Todas interesantes. Me alegro que te haya gustado.
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