Ella está detrás de la puerta. Tan callada como siempre. Logro sentir el calor de su aliento. Y esas gotas condensadas sobre la superficie me trastornan. ¿Acaso es el sudor nervioso que se cuela a través de las rendijas de la madera vieja? ¿Lágrimas? No, no la creo capaz de llorar. Mucho menos que se arrepienta después de tanto provocarme. Solo escucho el eco del silencio. Ese que la distingue de las otras. Toco el picaporte enmohecido. Está aún más frio que mis manos arrugadas. Mis dedos bañados de gasolina se resbalan al tratar de abrir la aldaba. Ni una palabra, ni un suspiro. El temblor de mi cuerpo oxidado no deja que prenda el fósforo. Otro intento fallido, seguiré postergando mi suicidio. Mañana cumplo noventa, y esta es la segunda vez que fracaso en menos de dos meses. A la tercera, será la vencida. Quizás pueda abrir la puerta y encontrarme con ella frente a frente.
Edwin que maravilla! Tan descriptivo que puedo hasta oler la gasolina. Me encantan sus cuentos. Felicidades!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias amiga, qué rico tenerte por aquí. Abrazotes querida.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Simplemente genial, mi estimado Edwin.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias y agradecido y emocionado de tan lindas palabras de un artista de las letras como vos. Saludos amigo!!!
Me gustaMe gusta
Me encantó la descripción que haces de la muerte: silenciosa y provocadora. Felicidades.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias por tu comentario amiga. Cuídate y éxitos…
Me gustaLe gusta a 1 persona