Cuando el avión despega
en el aire flota
una plegaria persistente
a la potencia humana,
a la estabilidad del mundo.
Ya no hay pasajeros
ni llantos infantiles
ni azafatas aburridas
(con sofisticadas máscaras):
todos somos un vector
de genialidad espacial;
líquido pulverizado
compuesto de imposibles.
Las nubes se parten
de risa,
cargadas de estática e ironía
por nuestra impostada procesión
de matemáticas aplicadas
que penetran en los cielos
(con una sonrisa inmortal).
Genial! *-*
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¡Gracias, Lizzeth! 🙂
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Bienvenido a Salto, Paulo.
Te vamos leyendo por aquí.
Un saludo. 😀
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¡Muchas gracias, Gema!
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Bienvenido a Salto al reverso, Paulo. 🙂 Sí, ciertamente algo así he sentido al estar en el aire, que solo somos un arriesgue, una apuesta a la tecnología (que casi siempre sale ganadora). ¡Saludos!
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