Me paso el día esperando, rememorando tus caricias, contando las horas, con la ansiedad por volver a sentir tu contacto. A veces no vuelves, me dejas plantado, y me pregunto si estarás jugando con la misma luna que me mira compasiva. Otras, apareces fugaz, apenas te intuyo, tan esquivo que haces que me pregunte si no te habré soñado.
Te echo de menos en las noches de verano, cuando desapareces durante jornadas abrasadoras y no vuelves conmigo ni siquiera para aliviar mis sueños.
Pero cuando creo que me has abandonado por siempre, apareces desatado, con esa pasión que me desarbola y me desnuda. Mis brazos te buscan y tú los azotas sin piedad.
Caen las hojas.
Mi viento amado, tan dulce y tan salvaje. Libre.
Qué bello…
Cada uno espera algo. Sin espera, no hay vida.
Besos!
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Gracias, Mina. La espera nos mantiene vivos, sí, pero debe complementarse con la búsqueda, porque si no puede llegar a ser mortificante. 😉
Un abrazo.
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Realmente precioso Benjamín,
Mi viento amado tan dulce tan salvaje.
Felicidades
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Gracias, Carmen. Me alegro de que te haya gustado. El viento jugando con las hojas de los árboles es uno de los tesoros más relajantes que nos regala la naturaleza.
Un abrazo.
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