Un buen día supe
que mi sangre no era solo sangre.
Era un efluvio de asteroides
que danzaron con la Tierra
su último tango.
Era el néctar de las primeras bacterias
que bañaban a ríos el mundo
de oxígeno fértil y asesino.
Era el nacimiento de la Luna
tras su despertar por Tea;
la eclosión de vida repleta
de intentos y de pseudópodos.
Era el singular amor de una madre
compuesto de besos y mitocondrias;
era una puerta líquida
a mis ancestros precámbricos,
a cuando todo era joven
y era ruido y furia.
Un poema muy evocador…
me ha encantado leerte.
Un abrazo
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Muchas gracias, Xabier. 🙂 ¡Me alegra mucho!
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Me encantan las lineas «Era el singular amor de madre / compuesto de besos y mitocondria.» Así como fuéramos solo nuestros cuerpos y, al mismo tiempo, mucho más. Genial.
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Hola Chris, me ha gustado mucho tu comentario. Y estoy de acuerdo contigo: somos cuerpo y más, porque un cuerpo no es un «mero» cuerpo. Como decía el gran pensador Blaise Pascal, en todo ser humano habita una bestia y un ángel . Somos los elementos más frágiles de la naturaleza y a la vez los más nobles, porque podemos pensar (y cantar) sobre nuestra grandeza y nuestra debilidad. Un saludo.
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Esa combinación de letras y ciencias en verso me ha encantado.
Besos!
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Hola, Mina, muchas gracias. Me alegra que te guste. Soy partidario del acercamiento de las dos culturas: las ciencias y las letras. El arte, el relato y la poesía son campos interesantes para este mestizaje de perspectivas. ¿No crees? ¡Un saludo!
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Completamente de acuerdo. Toda mezcla enriquece.
Besos!
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