Me quedé con mis años,
como quien acuña tiempo
para cuando haga falta.
Dar vueltas relojes de arena
de ser necesario o romperlos,
sentir como se desvanece
el tiempo entre sus granos.
Me quedé con los mensajes,
esas cartas del futuro,
esos poemas que iba a escribir.
Apretar las manos y contener
el tiempo y sus apremios inexorables,
cual vaina sin su sable,
cortando segundos por doquier.
Me quedé con las imágenes,
verdaderas estatuas, monumentos
del inevitable paso del tiempo,
sin las arrugas como regímenes.
En su brillo inentendible de lozanía,
comprobar la escena perdida,
recordar lo hermoso de la lejanía,
de los recuerdos, de la memoria fallida.
Me quedé con estos versos,
escritos en mi mente, catarsis,
lluvia, torrente casi seco,
de palabras mal elegidas, némesis.
Las crónicas dictarán sin duda,
de esta fragua mal implementada,
ese retorcer del verbo y la rima,
la memoria de lo fácil, de lo que surja.
Precioso, Poeta.
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