Recuerdo cerrar los ojos y soñar. Me adentré en mi mundo y él me recibió con sueños de colores y globos inflados con sonrisas. La felicidad se encontraba especialmente feliz y, con la ayuda inestimable de árboles de colores bajo el consejo de sus hojas y brisa, preparó una fiesta.
Un viejo halcón con cara risueña y patas repletas de naturaleza acercó la invitación a mi cama. Sonreí, le di las gracias y abrí el arcón de la ropa. Para esta noche decidí ponerme algo sencillo pero que llamase la atención nada más verme y saludarme. Quise mantener mi cuerpo tal y como lo conocen mis padres, mas me puse otro nombre; un nombre más extranjero y desconocido. Un nombre que es quien siempre anhelé ser sin yo ni siquiera saberlo. Hoy me iba a llamar Travis.
Travis era yo, pero yo no era Travis.
Travis había observado desde su no-existencia mi vida, recogiéndola una vez caducada y haciéndola suya; sustituyendo mis reacciones por las que mi alma, amedrantada, jamás tuvo el valor de materializar. Todo desde un candor impropio en esta vida.
Su vida, mi utopía.
A la hora de cambiarme, decidí esconderme en una de aquellas gotas que su ‘T’ ocultaba y cuyo olor te lleva a un déjà vu vetusto y dulce.
Oteé mi vida siendo suya. Observé como Travis modificaba mi vida para luego obtener un Oscar como mejor remake del año.
En esta película, yo era una persona con un nombre sin miedo, un nombre que transmitía tranquilidad y seguridad. Un nombre que observaba sin juzgar a cada persona, objeto y sentimiento. Un nombre que, envalentonado, jamás dio la espalda a nadie y siempre fue respaldado en sus pensamientos y acciones. Un nombre que, desinhibido, reía cuando quería reír y lloraba cuando su corazón le imploraba hacerlo.
Un nombre vivo que vivía siguiendo las migas que mi alma abandonaba en pos de ser escuchadas.
Me alegré al observar todo esto, pues pude ver y casi tocar una vida repleta de quimeras cumplidas y sentidas por mi corazón, que latía a una velocidad pausada y apacible. Siempre fue agradecido.
Finalmente, en ademán de sentirme autorrealizado, me lo puse y fui a la fiesta. Fue el mejor sueño de mi vida, deseaba que no terminase. Me gustaba ser Travis. Y él lo sabía. Por eso, cual padre enseñando a andar en bici a su hijo, soltó los pedales de mi estómago en plena fiesta, para así ser él mientras Jose, que no tenía la culpa de nada, permanecía en mí como el rocío de una madrugada, reverberando en mi interior; convirtiéndolo en una fauna armoniosa y hogareña.
Me desperté amándome más que nunca. Ahora conocía a Travis en persona y, aunque mi nombre seguía siendo Jose, sé que puedo contar con él para lo que sea.
Bien. Me parece interesante esa forma de conocer y dejar salir las partes de uno mismo que tienen otras cualidades. Saludos.
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Me alegra mucho que te guste Crissanta:). Un abrazo!
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Felicidades, tu obra será publicada en la antología de Salto al reverso. Por favor, llena el siguiente formulario antes del 15 de noviembre: http://www.emailmeform.com/builder/form/Z538n8PeM0k2sL3ocm3v5c609
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¡Bien!, Graciaas! 🙂
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