
La punzada
continúa.
Y se encoge.
Filtra el dolor,
ahora, caricia.
No hay preguntas,
ni intrigas
sobre el origen.
El banco —su cama—
lo protege del mundo.
Cae brazo al suelo,
roza el caos.
Sale al exterior.
La mirada de nadie
lo alude.
Vuelve al calor,
barrotes
sobre su piel.
Wow. Qué fuerte la imagen, tanto la fotografía como la que dibujas con tus palabras.
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Gracias por esas palabras tan impresionantes, amiga.
Besos, Carla.
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