que en mi casa había una mosca
uno de esos silencios que parecen un agujero en el queso
no la mosca
es decir yo
con las puertas y ventanas bien cerradas
volaba a cielorraso
cómodamente abrazado al aire
a cielorraso
me pregunté
cuánto vivirá una mosca
(las preguntas saltan
como panteras)
hasta acabar en un plaf
porque
un día (la vida de la mosca corre ávida)
se va reduciendo poco a poco
como mi habitación
hasta que la mosca y yo
seamos un mínimo de precisión indescriptible
abreviaré
la lucha contra el reloj y
el problema de entrar y salir de los muertos
y dormir a cielo raso
y odiar con cien ojos
y mi afinidad a la mierda y la policía
y al terrón de azúcar
y la muñeca rusa de las horas,
los minutos, los segundos aburridos
en un vaivén de reflejos
y, me duele decirlo,
el gusto de aterrizar sobre una nariz
durante la siesta
por molestar, solo por molestar
y decir aquí estoy
antipoética feo
hasta que —patas arriba—
acabe en el alféizar de cualquier ventana
al tercer día, mortalmente aterrado
imposible
llorando
escuché una voz en el café
y entre dos cervezas, le conté
la abrumadora melancolía
de lo inútil
Imagen extraída de la película The Fly (1958).