Plegaria jamás dicha
—pasaporte de cada día—;
¿alguna vez podrá ser realidad
el baile de la alegría?
Cae la lluvia.
La necesidad de la tierra es otra.
La necesidad de la tierra es mía.
Por eso cae la lluvia tras mi canto.
Yo no creí. No supe del poder
de un grito, del desgarro profundo.
Nunca fui testigo de un milagro.
Mi corazón carga el gozo y mis ojos
viajan, pasajeros de la lluvia, al sur.
Un mar de fango, al fondo. Beso una película
de esa masa absorbente que me llama. Yo no creí.
No supe que acabaría con la negritud del pozo. Yo no creí.
Pese a ello, canté sin esperar la danza o el asombro.
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Muy bonito 🙂
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Muchísimas gracias por la lectura y el comentario. 🙂
Saludos.
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Me siento transportada a tierras lejanas con este poema. Es inspirador 😊.
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¡Oh!¡Qué orgullo! Mil gracias.
Saludos.
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Poderoso grito y poderosa lluvia, al igual que tus palabras. hermoso. Un saludo. 🙂
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Gracias, Carla. Me guardo tu comentario bien cerca, para tenerlo a mano.
Un abrazo.
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Precioso poema
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Y yo muy agradecida por tu lectura y palabras.
Un abrazo, Antonio José.
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