Vi asestar doce puñaladas
a un costal de lona lleno de pan.
Pensé en la dolencia de lo mullido y
en cómo florece la saña entre espigas.
Se dirigieron a mí: «Y a ti, ¿qué roe tu
estómago? Y a ti, ¿quién te convierte
en alimento delicioso y pestilente, lleno
de huecos?». Era el mismo roedor que asía
el cuchillo, el mismo del que tragué anzuelos.
Cuatro o cinco panes rebanados en aquel costal,
sobre el que correteaba hasta encontrar la mano que aplasta
y queda limpia, aun sin bañarse en agua.
Me gustó mucho, Gema. Un saludo.
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Muchas gracias, Pedro. 🙂
Saludos.
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¡Muy bueno, Gema!
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