Miraban en la eternidad
de una tarde que sabría repetirse
en cuadros del fin del mundo.
Recreaba el viento, las ramas y
la parálisis del pintor
por el éxtasis de la naturaleza viva.
El mar no estaba,
solo llevaba su brisa
para ser protagonista encubierto.
La tierra fértil se presentaba a los pies,
en eterna reverencia a los creadores de belleza.
Ante el ocaso, los bronces desteñidos de las nubes representaban un amanecer, cuando acá los colores en torno al azul pretendían dormir.
La reverencia la hago yo a esta belleza de poema tuyo, M.
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Muchas gracias M de mar
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A ti, sin duda
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Precioso, gracias por tan bellas letras.
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