—¡Hey, despierta! Menos mal que no te has aburrido.
Se ruborizó al sentirse observada mientras cabeceaba como una abuela soñolienta. A menudo, un letargo incontrolable la invadía cuando se quedaba quieta por mucho tiempo, como ahora, mientras esperaba al editor. Más de alguna vez se había quedado dormida sin previo aviso, en obras de teatro, conciertos, conferencias que ella misma ofrecía, debido a esos ataques súbitos de cansancio. Era cómico recordarlo, pero resultaba patético cuando alguien la ponía en evidencia, como en este momento.
—¡Te he esperado durante 45 páginas! — se justificó, mientras colocaba el punto de libro en la página del informe que había empezado a releer antes de quedarse dormida.
—Pues me dirás que han sido las 45 páginas más entretenidas de tu vida. ¡Jajajaja!
—Lo que quieres es que no te riña por haber llegado con retraso, como siempre. Recuerda que la semana pasada te esperé durante dos capítulos, y sin dormirme.
—De acuerdo, lo siento mucho. ¿Aceptarías una café para reparar mi falta?
—¡Hecho!
Esta vez hizo una breve mueca intentando sonreír y después extendió a su editor el informe con desgana. En un par de semanas el manuscrito estaría concluido para la revisión final. Era lo que más deseaba, pues así podría huir unos meses a casa de su madre. Hacía exactamente dos manuscritos y medio desde la última vez que la visitó. Y fue precisamente en aquella ocasión, cuando ella supo que lo suyo era algo hereditario. Al llegar a casa de su madre, la encontró con su ópera prima en el regazo, abierta de par en par, mientras dormía profundamente.
—¡Despierta mamá, menos mal que no te has aburrido!
Y su madre se levantó de un salto para abrazarla, como hacía desde que era pequeña, al verse sorprendida durmiendo a deshoras. Exactamente como le ha ocurrido a ella durante los últimos años.
Me encanta. porque no tienes que hablar de dragones ni de grandes empresas para expresar algo bien. Saludos.
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