Lleva un cigarro en la mano
que se mueve en repetida constancia
del aire que lo pasa a su garganta
y, de su boca, al mantener de sus labios.
Hace frío o lo parece cuando mira
de reojo sin querer en un espejo
y ve que se arrebuja en el invierno
sin nieve ni arbolitos ni luz tibia.
Fuma un cigarro en la mano
y al sol ni se le vio ni se le espera.
Expulsa el humo y se pregunta si es vaho
lo que huye de su pecho en humareda.
Dice adiós con la espalda y, en la calle,
lo saludan las farolas apagadas,
que, con un silencio cómplice, se callan
y acompañan al cigarro junto al aire.
Tendrán tanto de lo que hablarse
o eso piensa
mientras una brasa efímera ya sabe
que un cigarro muere taciturno allá en la acera.
No tendremos tanto de lo que hablarnos
o eso pienso
si me canso de ver frío entre mis dedos
y camino en dirección contraria calle abajo.
Bota pisa suave sobre el charco,
sobre la acera empapada con la lluvia,
sobre el choque de dos cosas que se culpan:
negro y duro y negro y bota-asfalto.
No cambia tampoco un cigarro en la mano,
que ya es otro o es el mismo,
y no moja tanto la lluvia allá en los pasos
como las palabras moribundas que podrían haber sido.
Tendremos que esperar a otro momento
para hablarnos y decir un ay del frío
o volver sobre mis pasos y, contigo,
silenciar el graznido incontrolado del silencio.
Te deseo un cálido día a ti y a las personas que nos leen, que bonito e inteligente poema, no pude conformarme con marcar mi boto, por eso este comentario, que delirante-mente bello describes ese mundo interior en tu poema. Salud y suerte.
♥Lizet♥
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Muchas gracias, Liza!
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Es un placer, nos seguimos leyendo. ♥Lizet♥
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