
El día que morí, murieron otras muchas personas, como cada día. Yo lo hice después de una vida larga, de la que, haciendo balance de los buenos y malos momentos, me puedo considerar afortunado. Habría preferido evitar el mal trago de la embolia que me postró en la cama durante dos semanas de agonía; un infarto mientras dormía habría sido más benévolo, pero qué se le va a hacer.
Otros lo pasaron peor, y su fin fue, a todas luces, mucho más injusto.
El día que morí, también murió un obrero a quien le cayó encima una pared mal apuntalada. Murieron una madre y su hija, atropelladas por un conductor borracho; y una mujer, ejecutada a pedradas por tratar de huir de un marido que la maltrataba. Otra murió desangrada, como consecuencia de un aborto clandestino.
Un hombre murió tras lanzarse al vacío desde la azotea del edificio de donde lo iban a desahuciar. A una prostituta la estrangularon tras haberla violado, y tiraron el cuerpo en una cuneta.
El día que morí, una patera con treinta personas a bordo se hundió en medio del mar, sin que nadie atendiera sus llamadas de socorro. Otras diez murieron al intentar saltar una valla fronteriza, víctimas de los disparos de los guardias.
Ese día, el que yo morí, un misil “extraviado” hizo saltar por los aires una escuela, con más de cien niños y varios maestros dentro. En otro lugar, las bombas certeras arrojadas desde un avión borraron del mapa un pueblo entero y a sus dos mil habitantes.
El día que morí, en un país olvidado, incontables personas anónimas murieron de hambre.
A mí me mató una embolia. No fue agradable, pero morí en la cama de un hospital, con mis manos entre las cálidas manos de mi esposa amada.
El día que morí, una mujer murió dando a luz en la cárcel. Y del cemento agrietado de sus muros brotó una flor diminuta.
Reblogueó esto en la recachay comentado:
La falta de humanidad que azota el mundo y los viajes en metro a veces dan como resultado un texto como el que comparto. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
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El día que morimos tantos mueren y tantos nacen
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Lo que marca la diferencia es la forma en que se nace (se vive) y se muere.
Saludos.
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Me encanto.
¡Gracias!
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¡Gracias a ti!
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Y lo peor… se cierran los ojos a todo ello.
Muy buenas tus palabras.
Un abrazo.
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A menudo incluso nos cerramos los ojos a nosotros mismos…
Muchas gracias, otro abrazo para ti. 🙂
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