Las cuerdas de una guitarra enumeran sentimientos
en ciudades casi muertas mientras camino.
Una voz canta en un mundo desaparecido:
«Jugamos a ser dos gatos que no quieren dormir»,
y en el espacio vacío un gato negro camina
solitario en un mundo azotado por pandemias.
Nos miramos y seguimos mientras cantas:
«Tú te disfrazas de mí y yo me disfrazo de ti».
En realidad el mundo empezó así,
sin testigos, sin saludos, sin deberes
o solo con los deberes de encontrar placer y belleza.
No hay nadie en las playas,
no hay movimiento en el camino a casa.
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