Ciertos factores originaron un virus, el virus causaría una enfermedad, la enfermedad se convertiría en pandemia y, con la pandemia, llegaría una nueva realidad: la de las medidas de aislamiento y distanciamiento social. Esta nueva realidad permitió que las manifestaciones artísticas ganen mucho terreno; en mi caso, principalmente, a través la escritura. En algún punto, aunque sin mucha suerte, empecé a preguntarme el porqué de la elección. Como la perseverancia es buena aliada, tras un tiempo con esa duda en mi cabeza rondando y mis pensamientos acechando, encontré varias conexiones sospechosas entre estos dos sujetos: la escritura y el aislamiento.
Para contarles al respecto, hace falta revisar un poco de contexto. Sus orígenes son distintos y, hasta antes de encontrarse en mi ser, cada uno vivía en su mundo y potencializaba su propia naturaleza. Con tantas diferencias, su historia parece la de un amor imposible: él, riguroso e impuesto por mi exterior; ella, una entusiasta originaria de mi interior. Sin embargo, sus esencias tienen tanto en común que nada de esto los ha detenido en su intención de aliarse.
Una de sus características en común es la conmoción que causan con su presencia. Cada vez que la escritura hace su aparición me enfrenta a algún nivel del síndrome de la hoja en blanco, un estado de shock mental inherente al inicio de un proceso creativo. Desde que el aislamiento llegó a mis días, ha producido cambios en mis dinámicas diarias que me confrontan con una sensación continua de presente y futuro «en blanco»: presente en blanco, al limitar mis opciones usuales de distracción; futuro en blanco, por su capacidad impredecible de echar abajo mis planes y expectativas. Así, el primero de sus logros conjuntos fue ponerme cara a cara con esa sensación de nada, con ese espacio vacío a partir del cual no me quedó opción sino empezar a crear e improvisar.
A partir de la creación y la improvisación, identifiqué otro elemento que esta pareja comparte: la posibilidad de adentrarme en dimensiones inexploradas, sin importar qué ocurre afuera. La escritura me ha sumergido en mundos internos que desconocía. Su novedad y relevancia son tales que, al menos mientras dura el proceso creativo, se apoderan progresivamente de mi atención sin requerir de mi autorización. Con el aislamiento, la situación es similar: no importa qué pase afuera, este se encarga de centrar mi atención en «mi mundo»; me recuerda que tengo capacidad creativa sobre este si me conecto con mi esencia. De ese modo, el segundo logro compartido de este dúo fue que reconociera mi poder de influir en mi realidad, de romper fronteras y esquivar lo visible, tan solo con que mi mente así lo pueda imaginar.
En el proceso de descubrimiento de ese potencial, observé otra de sus cualidades comunes: funcionan mejor cuando fluyen primero y se analizan después. Quien conozca a la escritura, la habrá oído repetir con paciencia que sus acciones no siempre se entienden desde el principio, que es necesario esperar y dejar la crítica para después. Con el aislamiento ocurre algo parecido, pero sus niveles de paciencia son menores y sus métodos más extremos: cada vez que me resisto a fluir, me empuja por un tobogán de emociones del que solo salgo bien librada cuando me suelto por completo y me dejo llevar. Sin importar sus preferencias en cuanto a los medios que usan conmigo, su tercera enseñanza —y una de sus más difíciles de aplicar— fue que me permita hacer las cosas mal, que deje fluir lo que hay en mí sin juzgarlo.
No menos importante, el cuarto elemento coincidente en la naturaleza de los protagonistas está relacionado con lo que toman a cambio. Al hacer su magia, la escritura se lleva parte de mi ser. Lo curioso es que yo se la he entregado siempre, antes y después de ser consciente de las condiciones del intercambio. Con el aislamiento hay un canje similar, pero su personalidad seria y formal hacen que se dé solo cuando hay una decisión explicita detrás. Con ello, su proceso va en sentido opuesto: si permito que el aislamiento se lleve parte de mí, él hará su magia. Una vez más, independientemente de sus procedimientos individuales, la escritura y el aislamiento me están dejando huellas que tienen asociados precios a pagar. En esta línea, su cuarto logro conjunto fue disponerme a asumir el costo del proceso —aunque lo desconozca— y a recordar que no importa cómo se vea la huella al final, el camino para conseguirla siempre valdrá la pena.
Y pensando en caminos, el mío ha dado ya algunos giros. Uno de ellos, al recordar que cuando el universo tiene aprendizajes que ofrecerme los muestra de varias formas en el quehacer; otro, al notar que mi resistencia ante su intervención aumenta su insistencia, mientras que mi apertura es capaz de alinear atención e intención para que colaboren con su objetivo. Tras esos giros, mi búsqueda se transformó en ofrecimiento y el ¿por qué? en un ¿para qué? Una respuesta simple —pero llena de valor— es que, para que mi ser pueda salir de verdad, me era necesario ir hacia adentro. Con sus cambios, sorpresas y costos, en ese camino he encontrado un par de obsequios. Sin embargo, creo que no me corresponde conservarlos sino compartirlos con quienes me han empujado en este proceso.
El primero, lo entrego como regalo de bodas para mi pareja estrella. Pese a que ya han generado un compromiso de largo plazo, en poco tiempo habrá cambios de contexto que harán que la escritura y el aislamiento tengan menos tiempo para estar juntos. Esa es también una gran oportunidad para que su relación evolucione y se convierta en algo superior, en algo resiliente. Como soy su espacio de encuentro usual, les ratifico la dedicación del tiempo y espacio que he descubierto y generado desde que se juntaron en mí.
El segundo te lo entrego a ti, que me has acompañado hasta aquí. Así como esta lectura causará experiencias distintas a diferentes lectores, o incluso al mismo lector en diferentes momentos, recuerda que tu historia con el aislamiento es tuya: vívela, abrázala, ¡sácale provecho! Al mismo tiempo recuerda que, pese a ser individuales, hay muchas historias ocurriendo simultáneamente: de la misma forma en que ofreciste tu tiempo y paciencia al explorar mi experiencia, te invito a contemplar con empatía tuya y las de quienes tienes cerca.
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