En un #SaltoAlAislamiento se encerró en el ático de su hogar. Su mujer recién había muerto por un virus y su futuro hijo ya no iba a nacer. También le habían despedido del trabajo y el perro había muerto dos meses atrás. Como si fuera poca la desgracia, la cuenta del banco estaba en ceros y faltaba poco para perder la casa. Estaba cerca de que le cortaran la luz y ya no tenía agua.
A excepción del ático, toda la casa le recordaba a ella. Para él, el ático era un lugar tenebroso y oscuro lleno de demonios y fantasmas. El ático era el peor lugar para estar, pero era el único en el que no estaría solo.
Los demonios no se hicieron esperar. Copiando la voz de su amada, le pedían directamente al oído que la alcanzara. Le pedían que fuera listo y que se reuniera con ella. Le chantajeaban y le prometían amor en la otra vida.
Cinco días aguantó sin comer y sin beber ningún líquido. Cinco días de martirio autoinfligido. Cinco días de escucharle decir a su difunta esposa que le extrañaba. Cinco días de responderle que él también.
Siete meses después, cuando la normalidad llegó a las calles, y siempre después de las dos de la mañana, se les podía ver por la ventana del ático bailando charlestón. Se veían alegres y felices. Enamorados. Cada noche con ropa distinta, pero siempre la misma canción.
Nunca vivió en paz. La muerte le reconfortó. Él fue desdichado hasta la muerte, y feliz hasta siempre.