Cada mañana pegajosa veo levantarse una sensación pesadamente omnipresente. Me gustaría decir que simplemente me siento un escéptico con las historias del mundo, pero debo reconocer que mi escepticismo es algo forzado, me sirve de defensa para olvidar mis vacíos y se borra cuando me toca el amor, o miro con ternura, o guardo un recuerdo con demasiado cuidado, es como un diapasón que no reverbera ante una melodía, olvidándose de esos despertares cotidianos junto al puntual despertador.