
Esa mirada que acecha
es deseo crepitante
sobre las brasas prendidas
de la palabra que arde.
Aquella que me desarma
y amenaza con matarme.
Aquella, la impronunciable,
por dolorosa y salvaje.
Me impulsa a perder la vida
por el riesgo de besarte.
Tu boca es un cruel ardid
que eriza mis consonantes.
Y el fuego de mi ceguera
enmaraña las vocales.
Hoy te escribe la ceniza
de mi alma prisionera.
Es amor, amor, amor...
El nombre de esta condena.
¡Ah!, la fuerza de esa palabra siempre es incalculable. Hermoso y duro tu poema, Nur. Un abrazo fuerte.
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¡Ay, esa palabra! Muchas gracias, Carla☺️Abrazo grande de regreso.
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