Conforme se termina el otoño, siento unas ganas efervescentes de empezar una aventura en un barco bucanero —si hay barcos bucaneros cargados de libros, o que pasen por la puerta de casa— sería una aventura solo para empezarla sin prisioneros o islas donde beber ron, ya que no creo en milagros pasada una hoja del calendario, ni deseo acabar bailando en un carnaval con una capa negra de terciopelo.
Este año, la presencia del otoño está absolutamente expuesta al desasosiego. Mientras las heridas son siempre ojos mirando sobre una tela.
Avanzamos entre rescoldos de pérdida, vacío, juegos y consternación en estas tardes de calles vacías.
👏👏👏
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Muchas Gracias
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«… si hay barcos bucaneros cargados de libros, o que pasen por la puerta de casa». Ja, ja. Sí, solamente así me animaría yo a dar un paseo así. ¡Saludos! Un placer leerte.
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Mientras tanto los paseos mantienen las distancias casi infinitas.
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