Hamelín


Ocultos del sol y bajo una montaña,
una rata anciana les cuenta a las crías
de la manada que, muchos siglos antes,
cuando el sol era más joven
y la luna reinaba sobre la noche,
en el tiempo en el que las calles eran suyas,
las ratas fueron las primeras ayudantes de Santa.

—Éramos artesanas, ingenieras, filósofas y estadistas. Roíamos madera y pintábamos juguetes con nuestras patas y colas. Usábamos nuestras manitas para envolver regalos y costurábamos sacos de carbón. No había niño alemán que no supiera de nosotras, y no nos temían. Las ratas éramos amigas de los niños buenos y de los malos. Los adultos, buenos y malos, eran enemigos de las ratas.

»En la Navidad de mil doscientos ochenta y tres, llegamos a un pueblo alemán cargadas de juguetes y carbones. Los niños esperaban ansiosos nuestra llegada. Hacía mucho frío, nuestros pequeños suéteres verdes no nos daban el calor suficiente, pero ver a los niños compensaba todo.

»Esa Navidad habría que ir a más poblados y llegamos temprano. Ese fue el error de esa noche. El primer chillido lo escuché en la casa de al lado. Max, la rata más bondadosa del mundo, acababa de ser partida en dos por un leñador. Después, unos metros más lejos, Trix salía corriendo y tropezando de una casa, ensangrentada y sin una pata. Chillaba y chillaba, y a ella se le sumaron muchas más. Algunas ratas intentamos decir a los humanos adultos que éramos sus amigas, que veníamos a dejar carbones y juguetes a sus hijos, que hablaran con ellos, que ellos les dirían, pero no escucharon. Los niños buenos lloraban y los niños malos se reían de nosotras. Los malos nos aventaban piedras, cuchillos y carbones. Los adultos, buenos y malos, nos perseguían y nos asesinaban.

»Santa, quien siempre había vestido con múltiples colores, tiñó de sangre de rata sus ropajes y no le dio importancia. Al contrario, sacó su flauta mágica y, con lágrimas en los ojos, tocó la más hermosa de las melodías que jamás habíamos escuchado, una melodía que nos invitaba a volver con él, para que juntos regresáramos a casa. Esa fatídica noche, perdimos a la mitad de nuestras hermanas y Santa juró venganza.

»Ciento ochenta y cuatro días después, un día de junio de mil doscientos ochenta y cuatro, Santa llegó a Hamelín para llevarse a los niños. Buenos y malos, tontos e inteligentes, gordos y flacos. Todos los niños del pueblo dejaron atrás sus obligaciones y afectos, abandonaron a sus padres y siguieron la melodía que de la flauta mágica de Santa sonaba.

»Días después de lo sucedido en Hamelín, en la puerta principal del taller del Polo Norte, Santa se presentó con sus ciento treinta niños esclavos, que solo comen carbón y nunca juegan los juguetes que arman.

»Desde ese año, Santa premia con juguetes a las ratas buenas y convierte en niños esclavos comecarbón a las ratas malas.

2 comentarios sobre “Hamelín

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