— ¡Anand ven hijo!
— Voy luego madre.
Desde mi nacimiento he sido su felicidad y sin duda he llevado bien puesto el nombre de padre. Único piloto de aviones en la familia, ya retirado.
Siempre solía contar sus historias de cuando estuvo al servicio de la aviación americana. Por haber sido condecorado en varias ocasiones, la jefatura no dudó al enviar en misión de paz a recorrer el mundo, en ocasiones recordaba un triste incidente.
— Anand, ¿cuándo volverás a casa? Daya está por tener a vuestro primogénito.
— La semana entrante debo reportarme en Agra y pedí permiso para ausentarme unos días.
— Nada debes demostrar a esos hijos imperialistas.
La abuela siempre fue más allá de sus intuiciones, creencias y devociones, su instinto era parte de la casta a la cual pertenecíamos. Oraba en la paz de su habitación, mientras el incienso decoraba su alma. En la profundidad de su mirada unía hasta conversaciones pasadas, sopesaba el orden de las frases e incluso palabras aisladas.
«Nunca querrás ser piloto o paracaidista».
Repetía su mantra con las palmas de las manos abiertas sobre la panza de mamá, después de saber en un sueño premonitorio el sexo de su primer nieto.
Llevábamos una semana de retraso en Angra. La paciencia de las aves viajaba hacia el centro de la ciudad. Los últimos egresados en la escuela daban su primer salto y al descender obtenían su preciada medalla. Vuelan tan alto, pensar allá arriba deben hacer acuerdos con los dioses, salvar sus almas cuando alejados de la tierra vuelven convertidos en semillas.
Estamos a la sombra disfrutando desde lejos, un oficial hace el gesto de una llamada para mí. Se lanza el primer joven, dicen será el próximo dios de los cielos, brilla cual arco iris en monzón. Camino hacia la cabina sin perder de visita al muchacho, triste acto, no abre su paracaídas, temo lo peor y rompe la barrera del sonido, es increíble, antes de tocar suelo desaparece o eso creo o eso parece.
Al teléfono me dan la noticia, has nacido y vienes tocado por los dioses, en el parto un imponente arcoíris se posó sobre tu cabeza, seguido de una explosión de nubes. Aún recuerdo ese aroma a cielo después de la lluvia.
Continuará…