
Cuando al alba pasada la noche efímera,
aún sin dormir, creemos que somos vida,
aquella que aún nos debe felicidad.
En esos momentos el caos más oscuro
no tiene la fuerza para borrar al bien.
Pero alguien muy querido se está destruyendo
su mente esta pulverizando los puentes.
¿Por qué los cerebros ahogados entre el dolor
de cada articulación y el hastío a la edad
se destruyen en las paredes de la casa
mutuamente
en la penúltima estación de la vida?
¿Por qué saltan por los aires
y a los balcones del negro sufrimiento?
Toda felicidad o triunfo se desvanece
al ver carcomerse a ese ser querido desde su mente.