En el último momento del día,
en el postrer esfuerzo
que me demandas.
Derrotada. En el piso
por enésima vez
en la jornada,
a punto de perder
la batalla.
Pero me abrazas.
Algo se enciende
en tu mente
y te me abalanzas,
haciendo el sonido
de siempre:
—Uhhhh, mama.
—Sí, te amo
—digo, como siempre,
conquistada.
—… a-mo.
(¿¡!?)
Las campanas de la vida
suenan en cascada.
—Te amo.
—A-mo.
Tu carita de triunfo
ante la nueva palabra.
Yo, a punto de estallar
en lágrimas.
—Te amo.
—Te… a-mo.
Ponerle un vocablo
al sentimiento
transmitido,
percibido
desde el vientre,
desde mi alma
hasta tu alma.
Tu cabezota
adorada
que se recarga
en mi hombro,
abandonada.
Tu voz diminuta
en mi oído
diciendo esas palabras.
Victoria personal,
transmisión de amor
y enseñanza;
hay personas
que jamás aprenden
a decir esas palabras.
Conmovedor y hermoso :’)
Saludos desde esta dimensión.
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Así fue, muchas gracias por tu comentario. Un abrazo 🙂
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¡Uy, imagino la tremenda felicidad al escucharle!
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Sí, Mayté, tú sabes lo felices que nos hacen nuestros niños. Besos allá.
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¡Qué belleza de poema, Crissanta! Imagino ese momento tan tierno, tan bello como el propio lenguaje de la vida, de la belleza.
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Me alegra que te haya gustado el poema sobre Santiago, Julie. ¡Abrazos!
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Muy bueno👏👏👏
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¡Muchas gracias!
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Me imaginé toda la escena… Se me llenaron los ojos de agua. ¡Hermoso!
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Full disclosure: La escena completa se sitúa durante el fin de semana de su entrenamiento para dejar el pañal. A las 10 de la noche, ya cansada, después de cambiar mil calzones sucios y limpiar mil charcos por toda la casa, por fin lo llevo a dormir, le pongo dos pañales y un mameluco. Y se le ocurre decirme: «Pipí»… Jajaja, casi reviento… Y ahí empieza el poema…
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Reblogueó esto en La realidad alterna.
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