¿Quién sería su opuesto,
su contrario,
incluso,
su adversario?
Traté de encontrarlo.
Si siempre fue «ella»,
entonces es «él».
Si ella es el agua,
entonces él es
el desierto más árido,
la sequedad más cruel.
Ella deslava
de la cabeza a los pies.
Nubla,
baña,
daña,
arrasa,
es.
Él observa,
sostiene,
contiene,
no siente,
trata de no ser.
«Vete a la cama», sugiere.
Ella intenta obedecer:
un remolino en la sábana
indócil, incontenible,
infiel.
Y entonces sobreviene
una violenta batalla
contra su resistencia indomada,
una lucha arrebatada
que pocos llegan a ver.
Pero él traza paciente
sobre su piel
la geometría sagrada,
las líneas ley.
Y la hace perder
la consciencia,
la belleza,
el brillo
el ser.
Y la hace renacer.
pero la victoria es de él.
Las eternas e indómitas batallas entre la luz y la oscuridad. ¡Hermoso poema!
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