En busca de la espada Vergroten, la conquistadora de mundos


Dicen que el mismísimo Rasputín conquistó varios pueblos para agrandar el imperio ruso con aquella espada. Cuentan las leyendas que en cada mundo existe una Vergroten y que cada macho alfa que la toma se vuelve rey y domina el mundo y a todos los mundos a su alrededor.

Vergroten vectorit, que significa «la espada que se agranda».

Para Aergon esto era totalmente irrelevante y una historia olvidada, hasta que la reina roja dictó la orden «Conejo azul». Los jueces y los generales de Aergon quedaron perplejos al recibir el edicto.

—¡No podemos hacer eso! Somos una civilización bastante avanzada como para hacer algo así —replicó Balzak Dragonheart ante la orden—. Por fin vivimos en paz con los otros mundos, y además se necesitan de recursos y armas que no tenemos para tal tarea, armas muy básicas que serían un total desperdicio en fabricar solo para tal misión.

—¡Arréglenselas! Tómense el tiempo y los recursos que necesiten. Ahora que tienen energía infinita gracias a mi magnetismo supremo, podrán hacerlo —finalizó la reina roja su orden y se marchó.

—Sé de un arma capaz de resolver lo que la reina quiere —Se levantó el juez principal de Solaris, quien estaba presente también—. Aunque eso ponga en riesgo su propio reinado.

—¡Eso es lo que digo! —le respondió Balzak— Pondría en peligro nuestra existencia, este mundo se contaminaría.

—No necesariamente, como bien dices, somos una civilización bastante avanzada. Su reinado caería, pero nuestro mundo no —respondió tranquilo el anciano juez.

—Entonces, ¿sugieres que es posible obedecer la orden?

—En efecto, podríamos intentarlo y tomarnos el tiempo que necesitemos como la reina ordenó. Podremos mantener la paz mientras obedecemos la orden.

—Pero no es tan fácil, el armamento que necesitaríamos…

—Te dije que existe un arma que supliría todas las necesidades para esa misión, jovencito. —interrumpió el juez la preocupación de un muy mayor y experimentado Balzak Dragonheart.

Por la controversia de la orden, el general Balzak Dragonheart declaró «Conejo azul» como clasificada y secreta, por lo que no sería comentada ni explicada a nadie, ni siquiera en este texto. Empezarían cumpliendo dicha orden fabricando el armamento para la misión, pero en su lugar buscarían el arma que el anciano juez de Solaris dijo que resolvería sus problemas.

Luego de esa fatídica reunión, Bardiel y Balzak viajarían con el juez hasta Solaris para documentarse en la gran biblioteca de esa ciudad sobre el asunto del arma legendaria y luego planificar los siguientes pasos para esa misión.

Ya en la gran biblioteca, con libros y documentos en mano, el juez demostró la existencia de Vergroten, una espada legendaria de la que no se había hablado jamás en todo Aergon. Las leyendas descritas en los libros indicaban que todos los mundos y sus civilizaciones poseían un ejemplar de la espada, pero que quien la tome se volvería rey del mundo y estaría obligado a conquistar otros mundos; lo cual suena bien para alguien con ambición, pero para una civilización tan avanzada como Aergon suena como una maldición, pues su forma de gobierno y armamento son tan avanzados que hay tan pocas guerras y por eso siempre viven en paz.

—¿Es esto cierto, señor juez? —preguntó Bardiel con preocupación terminando de leer uno de los libros— Quien tome dicha espada está condenado a pelear hasta su último soplo de vida, volviendo su mundo un nexo con otros y perdiendo la identidad y civilización de su mundo, convirtiéndose en un engranaje más de algo más grande y oscuro.

—Como puedes ver en los documentos, y como podrás constatar observando los otros mundos: sí, es cierto —respondió el anciano—. Pero es lo que ocurre en mundos poco avanzados cuando sus reinados inician empuñando esta espada. En cambio, en nuestro mundo, dicha espada no ha sido empuñada jamás, por lo que un guerrero experto en espadas podría lograr dominarla.

—¡Ay, no!

—Así es, niño, tú eres el elegido para empuñarla. ¿Crees tener la fuerza para dominarla y que ella no te domine a ti?

—¡Mejor yo! Soy más viejo y por lo tanto más experimentado —Se ofreció Balzak—. Además, mis poderes son los adecuados para dominar tales armas.

—Lo siento jovencito —respondió el juez a Balzak—. Bardiel parece muy joven para la encomienda, pero ustedes tienen trayectorias distintas. Tú luchaste por este mundo y lograste su armonía, por eso eres un guerrero legendario, pero solo luchaste bajo los cielos de Aergon. En cambio, Bardiel fue destinado a luchar fuera de este mundo y en eso tiene más experiencia que tú.

Los tres se quedaron en silencio al oír esto, pues era cierto. Bardiel estaba por negarse a la labor de buscar y empuñar la espada, pero ahora había caído en cuenta de toda su trayectoria y del mérito que eso acarreaba, y no sabía si sentirse emocionado o preocupado por la responsabilidad que estaba entre sus manos.

—Entonces con guerreros experimentados como nosotros, el uso de esa espada no desencadenaría todo lo que ha desencadenado en otros mundos, ¿no es así? —preguntó Balzak al juez.

—Es posible, todo depende de este pequeño héroe —respondió el juez tomando del hombro a Bardiel.

—Y… ¿Dónde está? —preguntó Bardiel.

—Tenemos que seguir leyendo, pues esta civilización evolucionó de forma diferente, y hemos avanzado por medio de otras armas y herramientas. Por eso tenemos mucha información sobre la espada Pitágoras, la espada de los Espíritus, el Arco Integral, la Máximun katana, etc., pero de la Vergroten, casi nada.

Leyendo y buscando el anciano dio con una pista. Una de las ilustraciones mostraba la espada en un bosque muy espeso, lo cual coincidieron en que sugería que la espada podría seguir en los bosques del Sur, cerca del legendario árbol de la vida.

—Tiene mucho sentido —murmuró el juez— ¡Cómo no se me ocurrió!

—No conozco el sur —dijo Balzak—, nací en Industria en el continente de Poniente y luego de la última guerra fui general de Aergon, defendí la ciudad amurallada y las tierras del norte hasta el día de hoy.

—Yo también soy de las frías tierras del norte, y conozco más Transilvania y otros mundos que a mi propio hogar —dijo Bardiel con algo de decepción.

—Podría acompañarte, sería bueno conocer el Sur. El padre de mi esposa venía de ahí, quizás sea bueno ver a su gente, espero que un industrial como yo sea bienvenido allí. —Le dijo Balzak algo emocionado.

—¿Y si están resguardando tan bien la Vergroten y al árbol de la vida que no seamos bienvenidos? —preguntó Bardiel con ligera preocupación.

—¡Averigüémoslo! —le respondió Balzak con ganas de volver a pelear por información como en sus años dorados.

—¡Creo que este primer paso está decidido! —Sonrió el juez—. Volveré a mis funciones contento y tranquilo porque los dos mejores guerreros de Aergon están a la cabeza de esto. ¡Les deseo suerte en su viaje!

El juez dio asilo al general y al campeón de Aergon ese día en Solaris para que descansaran antes de su viaje.

***

—¿Te enteraste?

—¡No me interesa!

—La reina busca deshacer todo por lo que luchaste.

—¡Te dije que no me interesa!

—Pero a mí, sí. No puedo permitir que la paz de este mundo sea destruida, ¡luego de nueve mil años de experiencia ya quiero descansar! Y este mundo ha sido perfecto para mí.

—¿Y qué harás con tu reina? ¿Lo mismo que hiciste con el rey de Solaris? ¡Ja, ja, ja!

—¿No lo harás tú?

—No, yo ya luché, y perdí. Ella me venció limpiamente y por eso es la reina.

—Muy bien, si no estás conmigo ya no importa, esos dos no saben lo que les espera en el sur…

Continuará…

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