
Tus muslos huelen a fruta,

tus pechos a pan dulce

y de tus labios rebosa almíbar.

Esta gatita muere por beber
las leches de tus fuentes.
—La extraje para ti. Pensé que te sería útil.
—…
—Luego de haber invertido tanto creo que es justo que obtengas algo. Úsala con sabiduría.
—¿Desde cuándo puedes hacer esto?
—Desde siempre, ya sabes, mi padre domina el conocimiento y toda la ciencia.
—Y esta esencia, ¿la extrajiste de ti o…?
—No, no es mía, sería redundante, las esencias son útiles cuando vienen de otros mundos.
—¿Y puedes hacer esencia roja?
—Bueno…
—¡No! Tranquila, olvídalo, no quiero eso ya en mi vida… Ahora que debo regresar solo, esta esencia violeta me será de mucha utilidad, me hacía mucha falta este complemento. Gracias 🎶La.
¡Gracias!
Porque me encuentras
y me levantas
en mis peores momentos.
¿Qué haré cuando no estés?
Seguramente
lo que pensaba hacer…
Si ahora creo
en el cosmos
en la energía,
es por ti.
A la distancia me ayudaste
más que los que están cerca
y aparentan redención.
Tu ayuda verdadera
me levantó.
Sin rodeos ni excusas
me ayudaste.
Por ti conozco el valor.
De ser herrero,
me convertiste
en guerrero.
Gracias a ti
volví a la vida
y tengo ganas
de volver a luchar.
Y «arde cual dragón
hasta que mi vida se extinga»
no deja de ser mi lema.
Seguiré ardiendo,
solo que mi vida
va a tardar en extinguirse.
Porque ahora tengo tu energía.
Dicen que el mismísimo Rasputín conquistó varios pueblos para agrandar el imperio ruso con aquella espada. Cuentan las leyendas que en cada mundo existe una Vergroten y que cada macho alfa que la toma se vuelve rey y domina el mundo y a todos los mundos a su alrededor.
Para Aergon esto era totalmente irrelevante y una historia olvidada, hasta que la reina roja dictó la orden «Conejo azul». Los jueces y los generales de Aergon quedaron perplejos al recibir el edicto.
—¡No podemos hacer eso! Somos una civilización bastante avanzada como para hacer algo así —replicó Balzak Dragonheart ante la orden—. Por fin vivimos en paz con los otros mundos, y además se necesitan de recursos y armas que no tenemos para tal tarea, armas muy básicas que serían un total desperdicio en fabricar solo para tal misión.
—¡Arréglenselas! Tómense el tiempo y los recursos que necesiten. Ahora que tienen energía infinita gracias a mi magnetismo supremo, podrán hacerlo —finalizó la reina roja su orden y se marchó.
—Sé de un arma capaz de resolver lo que la reina quiere —Se levantó el juez principal de Solaris, quien estaba presente también—. Aunque eso ponga en riesgo su propio reinado.
—¡Eso es lo que digo! —le respondió Balzak— Pondría en peligro nuestra existencia, este mundo se contaminaría.
—No necesariamente, como bien dices, somos una civilización bastante avanzada. Su reinado caería, pero nuestro mundo no —respondió tranquilo el anciano juez.
—Entonces, ¿sugieres que es posible obedecer la orden?
—En efecto, podríamos intentarlo y tomarnos el tiempo que necesitemos como la reina ordenó. Podremos mantener la paz mientras obedecemos la orden.
—Pero no es tan fácil, el armamento que necesitaríamos…
—Te dije que existe un arma que supliría todas las necesidades para esa misión, jovencito. —interrumpió el juez la preocupación de un muy mayor y experimentado Balzak Dragonheart.
Por la controversia de la orden, el general Balzak Dragonheart declaró «Conejo azul» como clasificada y secreta, por lo que no sería comentada ni explicada a nadie, ni siquiera en este texto. Empezarían cumpliendo dicha orden fabricando el armamento para la misión, pero en su lugar buscarían el arma que el anciano juez de Solaris dijo que resolvería sus problemas.
Luego de esa fatídica reunión, Bardiel y Balzak viajarían con el juez hasta Solaris para documentarse en la gran biblioteca de esa ciudad sobre el asunto del arma legendaria y luego planificar los siguientes pasos para esa misión.
Ya en la gran biblioteca, con libros y documentos en mano, el juez demostró la existencia de Vergroten, una espada legendaria de la que no se había hablado jamás en todo Aergon. Las leyendas descritas en los libros indicaban que todos los mundos y sus civilizaciones poseían un ejemplar de la espada, pero que quien la tome se volvería rey del mundo y estaría obligado a conquistar otros mundos; lo cual suena bien para alguien con ambición, pero para una civilización tan avanzada como Aergon suena como una maldición, pues su forma de gobierno y armamento son tan avanzados que hay tan pocas guerras y por eso siempre viven en paz.
—¿Es esto cierto, señor juez? —preguntó Bardiel con preocupación terminando de leer uno de los libros— Quien tome dicha espada está condenado a pelear hasta su último soplo de vida, volviendo su mundo un nexo con otros y perdiendo la identidad y civilización de su mundo, convirtiéndose en un engranaje más de algo más grande y oscuro.
—Como puedes ver en los documentos, y como podrás constatar observando los otros mundos: sí, es cierto —respondió el anciano—. Pero es lo que ocurre en mundos poco avanzados cuando sus reinados inician empuñando esta espada. En cambio, en nuestro mundo, dicha espada no ha sido empuñada jamás, por lo que un guerrero experto en espadas podría lograr dominarla.
—¡Ay, no!
—Así es, niño, tú eres el elegido para empuñarla. ¿Crees tener la fuerza para dominarla y que ella no te domine a ti?
—¡Mejor yo! Soy más viejo y por lo tanto más experimentado —Se ofreció Balzak—. Además, mis poderes son los adecuados para dominar tales armas.
—Lo siento jovencito —respondió el juez a Balzak—. Bardiel parece muy joven para la encomienda, pero ustedes tienen trayectorias distintas. Tú luchaste por este mundo y lograste su armonía, por eso eres un guerrero legendario, pero solo luchaste bajo los cielos de Aergon. En cambio, Bardiel fue destinado a luchar fuera de este mundo y en eso tiene más experiencia que tú.
Los tres se quedaron en silencio al oír esto, pues era cierto. Bardiel estaba por negarse a la labor de buscar y empuñar la espada, pero ahora había caído en cuenta de toda su trayectoria y del mérito que eso acarreaba, y no sabía si sentirse emocionado o preocupado por la responsabilidad que estaba entre sus manos.
—Entonces con guerreros experimentados como nosotros, el uso de esa espada no desencadenaría todo lo que ha desencadenado en otros mundos, ¿no es así? —preguntó Balzak al juez.
—Es posible, todo depende de este pequeño héroe —respondió el juez tomando del hombro a Bardiel.
—Y… ¿Dónde está? —preguntó Bardiel.
—Tenemos que seguir leyendo, pues esta civilización evolucionó de forma diferente, y hemos avanzado por medio de otras armas y herramientas. Por eso tenemos mucha información sobre la espada Pitágoras, la espada de los Espíritus, el Arco Integral, la Máximun katana, etc., pero de la Vergroten, casi nada.
Leyendo y buscando el anciano dio con una pista. Una de las ilustraciones mostraba la espada en un bosque muy espeso, lo cual coincidieron en que sugería que la espada podría seguir en los bosques del Sur, cerca del legendario árbol de la vida.
—Tiene mucho sentido —murmuró el juez— ¡Cómo no se me ocurrió!
—No conozco el sur —dijo Balzak—, nací en Industria en el continente de Poniente y luego de la última guerra fui general de Aergon, defendí la ciudad amurallada y las tierras del norte hasta el día de hoy.
—Yo también soy de las frías tierras del norte, y conozco más Transilvania y otros mundos que a mi propio hogar —dijo Bardiel con algo de decepción.
—Podría acompañarte, sería bueno conocer el Sur. El padre de mi esposa venía de ahí, quizás sea bueno ver a su gente, espero que un industrial como yo sea bienvenido allí. —Le dijo Balzak algo emocionado.
—¿Y si están resguardando tan bien la Vergroten y al árbol de la vida que no seamos bienvenidos? —preguntó Bardiel con ligera preocupación.
—¡Averigüémoslo! —le respondió Balzak con ganas de volver a pelear por información como en sus años dorados.
—¡Creo que este primer paso está decidido! —Sonrió el juez—. Volveré a mis funciones contento y tranquilo porque los dos mejores guerreros de Aergon están a la cabeza de esto. ¡Les deseo suerte en su viaje!
El juez dio asilo al general y al campeón de Aergon ese día en Solaris para que descansaran antes de su viaje.
***
—¿Te enteraste?
—¡No me interesa!
—La reina busca deshacer todo por lo que luchaste.
—¡Te dije que no me interesa!
—Pero a mí, sí. No puedo permitir que la paz de este mundo sea destruida, ¡luego de nueve mil años de experiencia ya quiero descansar! Y este mundo ha sido perfecto para mí.
—¿Y qué harás con tu reina? ¿Lo mismo que hiciste con el rey de Solaris? ¡Ja, ja, ja!
—¿No lo harás tú?
—No, yo ya luché, y perdí. Ella me venció limpiamente y por eso es la reina.
—Muy bien, si no estás conmigo ya no importa, esos dos no saben lo que les espera en el sur…
Continuará…
Si no saliste de una vagina:
no te parió tu madre,
te parió la ciencia;
por tanto,
la ciencia es tu madre,
porque estás vivo(a) por ella.
Y el padre de la ciencia y toda alquimia es él,
o ella, o «elle» como se dicen ahora;
porque este ser no tiene género.
Este es padre y madre a la vez,
como tú.
Y como hijo del padre de la ciencia
buscas la ciencia,
el conocimiento,
el caduceo de Hermes.
Porque de su vientre vienes,
y a su vientre quieres volver,
en tus deseos nocturnos
cuando tocas tus botones de placer
o los de otro, o los de otra.
Te calientas y no te quemas
porque no eres de madera.
No hay alfarero que te forme,
ni carpintero que te cure
porque eres de acero… quizás.
Pregúntale a un herrero
a ver de qué estás hecho.
Si lo reconoces,
tu xadre te espera
con los brazos abiertos
y con su vientre abierto también.
Pero si te repugna y quieres huir,
no te queda otra más que morir;
y nacer otra vez,
ya no de sangre
sino del Agua.
Yin y yang.
Las técnicas orientales.
Y como en todo,
su lado oscuro tienen.
El rechazo lleva a la duda,
la duda existencial lleva a la soledad,
la soledad lleva a la desidia,
y la desidia a la psicopatía.
El hado oscuro te llama,
esta no es una guerra en las estrellas,
la primera guerra empieza dentro de ti.
Tú no lo quieres, pero te dejan solo.
Y en la soledad del alma
reside la oscuridad.
¿Para qué existes entonces?
¿Para que el héroe se vanaglorie?
Pero en el mundo real
los héroes no existen.
Es héroe el que más habla,
el que más rodeado está de gente
gobierna.
Y tú solo eres una sombra.
Eres el hado oscuro.
El oponente te ataca…
Si eliges vivir,
eres el malo.
El hado oscuro
está en ti.
Naciste en medio del odio.
No es tu culpa.
¿Mereces vivir?
No, te lo demostraron al nacer.
¿Por qué naciste?
¿Para ser asesinado?
¿Para que te suicides?
No.
¡Ponte en pie y dales guerra!
Si te acusan,
mejor que sea siendo culpable.
Porque ya estás cansado de ser acusado
sin haber hecho nada.
En el campo de la mente
nunca te enfrentes a un herrero.
Se defiende de vez en cuando.
Su cerebro es como su martillo, no, no, no.
¡No caigas en su trampa!
Si lo haces, olvídate de tu estima.
Estarás mejor si no le esgrimas.
No tiene el entrenamiento de un guerrero,
suena fácil, pero no es pendejo;
porque tampoco tiene su honor.
Por cada vez que lo hagas sangrar
su ira aumentará,
Y forjará lanzas con su propia sangre.
Y de cierto te arrepentirás.
Si alguna vez te has quedado sin aliento
y tan solo que tus ojos se humedecen.
Déjame decirte algo.
Mmm… quizás ni así lo entiendas, no, no, no.
¡No caigas en su trampa!
Sus lanzas de hierro y sangre no solo te herirán,
también tu corazón han de contaminar.
¿Por qué no eligió el camino del guerrero?
¿Por qué no se volvió mago o alquimista?
¿Por qué no es un bardo que conquista minas?
Cuando tu corazón esté contaminado
y ya tengas hierro en lugar de huesos,
cuando comprendas la magia negra de su acero.
De cierto te arrepentirás.
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