Fuimos


Indemnes


somos encuentros imposibles

palabras que no

voces entre la hojarasca
que susurran

mimos tocándose invisibles

pisarse en el charco
donde también llueve tu nombre

polillas alrededor de farolas

¿puedes mirar a un pájaro
y salir indemne?





Cárabo


Asomado en el balcón

el anciano

con boina y pantalón de pana

busca

los horizontes perdidos en el pueblo.

Quizás haya venido

a pasar el invierno

porque su hija —preocupada—

no le quiere dejar

solo.

Y sin embargo,

es aquí,

en esta jaula de ladrillos

sin atardeceres

sin estrellas

donde el cárabo tiene

el ala rota.

Asomado al balcón

ve cruzar a la gente:

una niña

pasea de la mano de su padre.

Su pelo le recuerda

el vaivén de los abedules en el monte.

Cena de empresa


Nos miran


Nos miran.

No son estrellas. Nos miran

desde nuestra oscuridad hasta sus ojos

esperan

como la araña a la polilla.

Polillas que se estrellan contra tu ventana insomne.

Ventanas iluminadas en ciudades muertas.

Luces con dientes de tiburón cantando

la canción del naufragio.

Rochas negras da Costa da Morte

aguardan

—en silencio voraz—

tu golpe seco de pájaro herido;

el clac

con el que se despide la flor marchita;

el olor almizclado a fruta

demasiado madura demasiado podrida.

Están ahí, en el garaje,

cuando sales del coche de madrugada.

Están

en esa llamada a deshora.

Habitan todas tus esquinas oscuras.

Ven,  cierra los ojos —dicen—

y sueña

que no podrás despertar.

Viajar


Ventanas encendidas


Ventanas encendidas que observan como monstruos en la noche,

no desesperan ni esperan sin más;

son chicles pegados en la puerta del metro.

He cerrado los ojos y he visto el mar.

Imagino que el ruido de los coches son las olas.

Como el agua busco la forma.

Buscaba la poesía y encontré el dolor.

Por favor,  dispárennos tenemos al enemigo dentro.

Bang-bang  el enemigo está dentro.

Cómo te puedo decir lo que existe

entre la palabra y el silencio.

El espacio amarillo entre la pared y yo donde revolotea la mosca.

El último cuadro donde Van Gogh hablaba

de un campo de trigo volado por unos cuervos.

Qué te puedo decir de su tristeza azul —dime

del amarillo, el verde, el negro —di—.

Solo

que la mosca se estrella transparente contra la ventana

y la he abierto para poder escapar.

Hablo de eso transparente que no te deja escapar.

Bang     

                bang  

está el enemigo dentro.

Ventanas encendidas como monstruos en la noche

no desesperan

te esperan sin más.

Son sonidos vacíos como las haches

casi transparentes

casi como nosotros

que buscan a ombres sin herrores.