Todo porque me ama


A veces el tiempo no pasa. Esta maldita enfermedad nos tiene aburridos e inquietos a partes iguales. Y, por supuesto, aterrados. Por suerte, ella se ocupa de mí hasta en los detalles más insignificantes y es quien conserva la calma y propicia la sonrisa: «Tengo que ser la mejor versión de mí porque te lo mereces», me dijo hace unos meses. Y lo está siendo, desde luego que sí.

Ayer mismo, aburridos como ostras, soportando el dolor y los infinitos mareos de la quimioterapia, le hice notar lo maravillosa que era la luz que reflejaba su cuerpo desnudo: «Hazme una foto», me dijo. «¿De verdad? Mira que si te la hago luego la voy a querer publicar», respondí con la repentina ilusión de un niño. «Sí, hazla».

Y así estuvimos un rato, haciendo fotos a su maravilloso cuerpo. Todo con tal de apaciguar mi aburrimiento. Todo con tal de verme un poquito mejor. Todo con tal de amarme y todo porque me ama.

Una apuesta perdida


Cualquier lugar parece bueno para poner algo de color donde no lo hay. La verdad es que las ciudades son grises porque están hechas de cosas grises como el asfalto, la corrupción urbanística, el tráfico de influencias y el abuso de poder… por eso es un placer cuando los artistas de cualquier tipo ponen su puntito de color y nos regalan detalles coloridos. Al fin y al cabo, la ciudad es el espacio donde casi todos nos movemos y donde desarrollamos nuestro día a día, por eso agradecemos con el alma estos pedacitos de paraíso que los artistas se inventan. Me parece que las ciudades nos gustarían muchísimo menos si no tuviesen estos detalles por aquí y por allá. Sin ellos, las ciudades, nos resultarían monótonas y pobres, faltas de creatividad y de sorpresa, sin identidad y sin vida.

Los artistas son el verdadero corazón de nuestro mundo, son los que hacen que la vida valga la pena y sea posible vivirla sin pensar que estamos pagando una apuesta perdida.

Todas esas cosas


Bajar los brazos, dejar pasar una buena ocasión, renunciar a tus sueños, rendirse, lamentarse por lo que pudo ser y no fue, nadar y guardar la ropa, marginar a un semejante, vivir como si nada, quejarse todo el tiempo, llorar por una causa perdida, reírse de alguien, huir de la realidad, contagiar el mal humor, agredir, aburrirse de soñar despierto, maltratar a la poesía, incitar a la violencia, caerse y no levantarse, resbalar arrastrando a otros, participar en un crimen, correr más rápido que tu propia sombra, inventar insultos, navegar siempre a favor del viento, no aprovechar tu buena suerte, reñir, castigar, pelear, ensombrecer la sonrisa de otros, contar chistes malos, no dar nunca nada a cambio, ser infeliz, irte sin decir adiós, aplaudir con ironía, desear el mal, pelearte contigo mismo y prohibir.

Todas esas cosas están prohibidas.

Ternura


Algunas cosas no tienen un significado especial, ni profundo. Tampoco presentan diferentes aristas, ni pertenecen a lo que solemos llamar poesía, ni significan varias cosas a la vez. Son cosas simplonas, insulsas, sin gracia…

En este caso nos encontramos con una imagen que sí es poética, sí presenta diferentes lecturas, sí tiene un significado especial y sí significa varias cosas a la vez.

Y además nos hace sonreír…

Qué más queremos para una tarde de sábado ¿no?

El fin de la lucha


Lentamente cae la noche y empiezan a reinar las tinieblas. Atraviesas fugaces prados y compartes el campo de batalla con las sombras de tu enemigo sin que él sospeche nada, porque sabe que nunca te tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones y firmar sentencias. Comienza la lucha. Peleas con valentía hasta la extenuación, utilizando tu espada de madera y tu armadura de cristal. Eres consciente de que son superiores en número y están mejor entrenados que tú, pero no cuentan con la energía que le queda a quien se sabe vencido, no saben que resistir es solo el preludio de lo inevitable y luchar es acercarse sin motivo al límite del destino. Por eso vivir, como dijo el poeta, no es más que morir poco a poco. Así, tal cual, de la misma forma que morimos todos.

La vereda del Gran Parque


Tal vez algún día soñemos con un mundo mejor, más bonito, más alegre y más sutil. Mientras tanto conservemos la esperanza, simplifiquemos el juego y admitamos sin tapujos las verdades que asedian nuestro dormitorio.

Un detalle, como ejemplo de lo que puede llegar a ser el enigmático sabor a mañana: si hoy damos un paseo por la vereda del Gran Parque y clavamos la mirada en el horizonte, veremos aquello que solo ven los que admiten su ceguera.