A veces el tiempo no pasa. Esta maldita enfermedad nos tiene aburridos e inquietos a partes iguales. Y, por supuesto, aterrados. Por suerte, ella se ocupa de mí hasta en los detalles más insignificantes y es quien conserva la calma y propicia la sonrisa: «Tengo que ser la mejor versión de mí porque te lo mereces», me dijo hace unos meses. Y lo está siendo, desde luego que sí.
Ayer mismo, aburridos como ostras, soportando el dolor y los infinitos mareos de la quimioterapia, le hice notar lo maravillosa que era la luz que reflejaba su cuerpo desnudo: «Hazme una foto», me dijo. «¿De verdad? Mira que si te la hago luego la voy a querer publicar», respondí con la repentina ilusión de un niño. «Sí, hazla».
Y así estuvimos un rato, haciendo fotos a su maravilloso cuerpo. Todo con tal de apaciguar mi aburrimiento. Todo con tal de verme un poquito mejor. Todo con tal de amarme y todo porque me ama.
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