
En la lejana isla del Egeo,
aguarda el hombre, la herida,
y el arco del reducido griego
que perdonaría al muro,
y al joven Neoptolomeo.
El vengativo comprende,
en el alto espíritu de Alceo,
que su flecha en Troya será de otro,
y nunca del falsario Odiseo.
—La venganza de Filoctetes—
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