Golpeteos


Me despertó un ruido a mitad de la noche.

Era un ruido como el golpear de un puño en un pedazo de vidrio. Un golpeteo desesperado, como cuando se toca a la puerta, como si alguien me estuviera pidiendo que le dejara pasar.

Pensando que habría alguien en la ventana me levanté y me asomé al patio.

No había nadie.

Intenté relajarme; «quizá lo has imaginado» me dije. Cuando al fin me relajé y pude irme a la cama lo volví a escuchar… y se me puso la piel de gallina.

El ruido venía del espejo.

La Mesera


Todas las tardes voy al mismo Café y me siento en la misma mesa.
Todas las tardes lo hago a la misma hora. Todas las tardes de lunes a viernes, claro (los sábados y domingos no habría razones para ir).

Todas las tardes saco un libro, un periódico o una libreta para escribir. Cualquier cosa menos una revista, no quiero parecer farandulero, si no intelectual.
Pido un café, espero a que me lo traiga y suelto algún comentario gracioso o interesante solo para verla sonreir, mas nunca me atrevo a entablar conversación con ella.
Así paso todos los días; llego, pido un café, ella lo trae, suelto el comentario, ella su sonrisa y se detiene el mundo por unos segundos.

«Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el mundo se detiene por unos segundos.»

Recuerdo esa frase de Big Fish cada vez que la veo sonreir.

No solo es su sonrisa, su voz es dulce melodía también. Si no fuese por evitar sonar patético diría que los pájaros se quedan mudos solo para poderla escuchar.
Esa es la segunda mejor parte del día, cuando me habla. Sé que solo es para cobrar el café, para darme mi cambio y desearme un buen día… Pero lo dice con tal cariño que su «vuelva pronto» me convence por completo.

Y así todos los días.

Todos los días hasta hace una semana. Llegué al café como siempre, pero esta vez iba decidido a hablarle. Esta vez saldría con una cita.

Para mi sorpresa, ese día me atendió otra persona.
«Habrá faltado al trabajo, se sentiría enferma» pensé.
Pero pasaron varios días y no la volvía a ver.
Comencé a ir sábados y domingos, quizá le habían rodado el turno. Pero no, tampoco estaba.

Al final mi curiosidad pudo más que mi paciencia y pregunté por ella.
No sabía su nombre así que tuve que describirla: de piel blanca, alta, pelo negro y ojos claros. Y sobretodo con una hermosa sonrisa.
La encargada supo de quién hablaba y con cara de tristeza me dijo «Hace unas semanas tuvo un accidente que la dejó en estado crítico. Tengo entendido que anoche la dieron por muerta».

No podía ser. Tantos años yendo al mismo sitio, viéndola, teniéndola tan cerca, pudiendo decirle algo, pudiendo conocerla…. pero no lo hice.

Fui a mi casa lleno de tristeza y frustración y sobre la mesa vi el primer libro que llevé a el café. Lo llevé unos días, pero no lo había vuelto a llevar ya que lo estaba terminando y se vería un poco tonto llevar el mismo libro ya terminado para parecer que hacía algo.

Me senté, lo abrí y en él encontré un recibo con el nombre del café arriba. En la parte de atrás tenía un numero de teléfono y una nota que decía:

«Deberías llamarme algún día.
-La Mesera»

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Roja Caperucita


Ultimamente no he tenido tiempo de escribir mucho, pero pronto escribiré y publicaré algo nuevo. Mientras comparto algo de hace un tiempo atrás.

Crónicas, sucesos y delirios

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Caperucita Roja sostenía el corazón del Malvado Lobo Feroz en su mano. Ese maldito lobo que planeaba comérsela haciéndose pasar por su abuelita ya no le haría daño, ya había pagado las consecuencias. Ahora yacía inerte en la cama con el pecho abierto y hueco. El corazón aún latía en la mano ensangrentada de Caperucita. El corazón…

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Delirios I


Crónicas, sucesos y delirios

Ahí estaba yo, parado en la entrada de mi cuarto, mirando hacia la cama. En ella había un cuerpo mirando al techo, un cuerpo de mujer que se retorcía. Me acerqué un poco y me sorprendí al ver que no tenía rostro, sólo piel. Tras la piel se oían los gritos amortiguados de esa mujer tan extraña. La observo atemorizado y veo como, de pronto, la piel comienza a abrirse y revela un rostro hermoso y unos ojos claros que me miran. Tras mirarme se callan los gritos de la dama. Entonces dirige su mirada hacia algún punto detrás de mí y comienza a reírse. Algo en su risa me causa escalofríos y temor. Me volteo a ver qué era lo que ella tanto miraba y me sorprende lo que veo. Un hombre parado en la puerta, un hombre con cabeza de cuervo que me miraba directamente. Puedo oír su…

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Extraño tantas cosas…


Comparto con ustedes un viejo escrito que encontré en los archivos de mi computadora. Disculpen el tono.

Extraño tantas cosas…

Extraño esos días tan felices de la infancia. Esa vida en la que cada día era una aventura, en la que cada rodilla pelada era una nueva lección. Cada día de verdad se aprendía algo nuevo.

Extraño ir a donde mi madre cada tarde con algún nuevo invento, algún nuevo dibujo o algún nuevo cuentito y escucharla decir «¡Qué lindo mi amor!» Con ese amor que me llenaba de alegría. Me sentía invencible.

Extraño esos tiempos en los que cualquier cosa hacía orgullosa a mi familia, todos adoraban lo mucho que hacía ese muchacho. ¿Donde quedó todo eso?

Con cada paso que uno da el camino se torna más dificil, las fallas son más frecuentes, las victorias más pequeñas y aunque todos te apoyan sientes que los defraudaste, sientes que te defraudaste a ti mismo.

Sientes que puedes dar más, que puedes hacerlo mejor, pero no encuentras la manera de hacerlo.

Extraño tantas cosas…

Extraño las lindas amistades, la alegría con la que jugábamos. Esas amistades que poco a poco van desapareciendo. Cada viernes piensas en hacer algo y cada viernes ves que te quedan menos personas a quienes llamar amigos.

Extraño verte cada día y cada día odio el extrañarte. Odio recordar lo felices que eran esos días y lo distante que ahora estás. Tu indiferencia. Tu «tengo ganas de verte» y el poco esfuerzo que pones para lograrlo. Me odio a mí por no esforzarme lo suficiente para conseguirlo. Odio odiar y el saber que estoy odiando me llena de odio.

Extraño querer. Extraño amar. Extraño sentirme querido. Siento que olvidé lo que se sentía. Al parecer solo me queda lástima para compartir, solo siento lástima por las personas, todo siempre termina en eso. Me da lástima ser muy sincero, me da lástima llenar cabezas con mentiras, me da lástima ver tanto sufrir. Con la única persona con la que no siento lástima es conmigo. Ahí entramos en otros sentimientos.

Extraño ser niño. Los veo tan felices, tan inocentes y me hacen reir por un rato… Extraño jugar con mis primos, con mis amigos. ¿Quién inventó la madurez?

Extraño la humanidad antigua. Extraño los días sin dinero. Extraño los días sin ambición. Extraño estar en una canoa, pescando para la tribu. Extraño estar en un arbol siendo un simple mono. Extraño formar parte de la naturaleza.

Extraño tantas cosas…

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Pensando en qué escribir…


Un pequeño ejemplo de los pensamientos absurdos que a veces me vienen a la cabeza…

Crónicas, sucesos y delirios

Nota: Nada de lo que se dice a continuación ha sido científicamente comprobado. Las arañas siguen siendo un ser extraño que no se ha estudiado a fondo  y se desconoce cómo tiene tales habilidades. Sin embargo, nada de lo mencionado es ficticio, eso se los puedo asegurar.

Como hacía tiempo que no escribía nada, me senté en la mesa con el fin de escribir algo. Nada me venía a la mente, pero me quedé sentado, esperando a que sonara el despertador de la inspiración. En eso, se acercó a mí una araña pequeña. Siempre me han gustado las arañas, así que, como era de esperarse, me distraje fácilmente mirándola. Comencé a jugar con ella, le tocaba las patitas, la cogí en mi mano y de repente me mordió. Me emocioné, pensé que me convertiría en el Hombre Araña y justo cuando iba a probar mi habilidad para trepar paredes la…

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Una noche de mayo


Una de las primeras cosas que escribí y creo que una de mis favoritas…

Crónicas, sucesos y delirios

Estás dormida en plena noche de mayo… Dan las tres de la madrugada, hora en la que se abren los portales. Una sensación extraña te hace despertar, notas una presencia en la casa. ¿Qué será? Oyes como algo te susurra, te llama. ¿Espíritus? No, no podría ser, será solo el viento que pasa a saludar. De pronto lo oyes claramente,

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