Banalidades vanas


En la presencia de un ser humano
dejo de ser
para tocar el alma
susurrándome al oído:
«no has hecho nada malo
pero tienes que cuidarte
para no morir en vano»

En vano
sin duda alguna
atentados contra mi cordura
no soy en vano
tengo un filo armado
al lado de mis brazos
que los uso
a veces
para pintar trazos
o golpear a mí propio
dios proyectado

Un reflejo de mi
se fue
escapó
por lo que te digo

No siempre me he querido

Playa de Belice


Hundirme en la playa

ahogarme en el mar

caer al abismo

obligarme a olvidar

Ser la nieve de tu alcoba

el hielo en tu mirada

la noche lluviosa

la humedad de tu primavera

Volver vuelto nube

llover, hundir tu nave

regresar en tsunami

desaparecerte en Belice.

Una hoja de chopo lleva el agua


Agua. Fotografía por Julie Sopetrán

Soy un chopo a la orilla de un arroyo perdido.
Voy dejando mis hojas sobre espejos acuáticos
y en silencio me dejo llevar por la corriente.
Descanso entre las piedras, sonrío en los declives,
disfruto tropezando con los musgos del río
y mi amarillo otoño disfruta con los verdes;
así, quedo dormida, bajo el arco del puente.
Despierto en el remanso, transito por los bordes
y juego a ser un barco donde el sueño navega
por el agua estancada…, donde cantan los pájaros.
Allí paso unos días contemplando el paisaje.
Me fascinan las fuentes que voy dejando al paso
manantiales que fluyen del fondo de la tierra
y regalan al río su dulce dimanar.
Alguna mariposa transita por la orilla
voy despacio y deprisa por todas las corrientes
y recuerdo mi chopo que ya no tiene abrigo.
Más tarde, un movimiento me atrapa en su burbuja
y me voy alejando con dirección al mar.



Vida ligera


Adicto a huir
a saltar de la ventana
porque lo malo desconocido
es mejor que lo bueno de ayer

Escapar por escalofríos
por imaginaciones perversas
en versos
pero conmigo

Anonadado por la nada
me relajo si
no pienso
porque si no siento
adicciones latir en mi pecho
por un mundo en el que ya no creo

Ya no existo
solo me llevo un paisaje
y el color de las flores

Cero grados


Foto de Julie Sopetrán

Hay niebla en la clase,

hace frío.

Suda colores la hoja entre la escarcha.

Los pupitres se cubren de nubes.

Los números juegan a las parejas de a tres,

y son uno y seis

de un impar feliz;

y nació niña.

Son cuatro y tres con el uno y el nueve.

Siembran tiempo y se van de paseo.

El seis se quedó en el centro, soltero.

Sale el sol, mediodía a las tres.

El profesor se va a comer,

queda un trío con el uno y el dos.

Suena el reloj:

tres palomas vuelan, cinco gallos cantan,

una gallina escarba la basura en la puerta,

y así, durante el día los números juegan

al esconder cien.

Durante la noche se acuestan a mi lado,

acunan sueños.

Los ceros se quedan solos debajo de la cama

y por más que hacen el amor,

nunca se quedan preñados.

Juegan

a dividir, sumar, restar, protestar.

Sin conseguir el efecto

de la consecuencia.

No encuentran cantidad sin unidad

y se entregan al polvo

y vuelan por la niebla sin valores propios.

Hace frío,

aplauden:

tan solo cuentan grados.

Amanece: el juego hoy es de cero a uno.

Insomnio incómodo


Un vacío silencioso
estampa una madrugada
el retrato de una reflexión
pensamientos sentidos
que a la nada llevan
y de la nada vienen


Insomnio controlado
por una mente mentirosa
—o ingeniosa—
depende quién la mire
insomnio relajado

mientras latente
a la espalda
está esperando la agonía
de sentirse cansado
una vez más

Todo está al mínimo
nada es lo que era
nunca nada fue nada

Viviendo a la espera
de esa agonía
cayendo en pesadillas
y sueños
con sabor a caramelo
agridulce
sabiendo que cualquier cosa
es mejor
que estar despierto
o mejor dicho.

Cualquier cosa es mejor
que ser consciente
que mandar sobre ti mismo
que ver el tiempo correr
y saber que existe el aburrimiento

La levedad de estar


Siempre traicionando, como decía Milan Kundera, traicionando por el gusto de la sorpresa y la digestión. Pregunta: ¿Y qué habrá después? ¿Qué habrá cuando ya no puedas más hacer lo que querías hacer? ¿Encontraré allí la lección? O por no encontrarla, por no mirarla con otros ojos, siempre se repite y por eso siempre quiero ser lo mismo o se aparece en mí siempre el mismo sueño? ¿Gustar y ser van de la mano?

¿Eres porque te gusta o te gusta ser tú?
¿Me gusta antes de mí o después? ¿Quién va primero? La palabra, el viento o el pensamiento? ¿Puedo cambiar si el pensamiento ya se hizo palabra?

Al final soy canto, que no cantante, no soy ni cara ni cruz, solo depende del momento. No opino siempre igual, porque no paro de pensar. Igual eso quiero yo, cambiar porque todo cambia, y seguir cambiando, ¿hasta cuándo? ¿Hasta que nada cambié? ¿Cuándo dejará todo de cambiar? ¿Habrá un límite? A veces, intento dejar de pensar para mantener, y entonces todo cambia, y aquello que era malo y quiso ser bueno se volvió más malo, todo para justificar que es malo y aunque no lo quiera, lo quería.

Todo depende al final, todo se enreda y se desenreda, todo es «bueno» y «malo»; puede que al mismo tiempo aunque cada vez salga una parte diferente. Cambiar, que no llevar la contraria, o como dije, puede que en la superficie parezca una cosa y en las raíces, otra diferente.

Al final no sé si hay objetivo o solo camino, o si el camino es el objetivo, o si lo que no paramos de hacer, todo aquello que queremos desaprender, todo aquello que creemos no nos gusta de nosotros y tratando de transformarlo lo reivindicamos aún más; todo eso no sé si es lo real, lo que realmente es nuestro y debemos guardar y sonreírle, en vez de castigarlo, porque nada es bueno ni malo, nada del todo, todo es parcial, no siempre se puede ser justo y equitativo a la vez.

Nada depende de nada, entonces todo da igual.

Todo depende de todo, entonces nada da igual.