Esencia violeta


La nota musical 🎶La mostrándole la esencia violeta al herrero.

—La extraje para ti. Pensé que te sería útil.

—…

—Luego de haber invertido tanto creo que es justo que obtengas algo. Úsala con sabiduría.

—¿Desde cuándo puedes hacer esto?

—Desde siempre, ya sabes, mi padre domina el conocimiento y toda la ciencia.

—Y esta esencia, ¿la extrajiste de ti o?

—No, no es mía, sería redundante, las esencias son útiles cuando vienen de otros mundos.

—¿Y puedes hacer esencia roja?

—Bueno…

—¡No! Tranquila, olvídalo, no quiero eso ya en mi vida… Ahora que debo regresar solo, esta esencia violeta me será de mucha utilidad, me hacía mucha falta este complemento. Gracias 🎶La.

Iasi, la ciudad gótica


Bajamos del tren con más de treinta años de antigüedad que nos condujo a Iasi, después de seis horas de recorrido. Aún estaba oscuro y faltaba más de una hora para que empezara a clarear el día.

Seguimos andando en busca del apartamento donde pasaríamos esa noche, pues aún nos esperaba un largo viaje antes de llegar al destino final. De pronto, la penumbra aumentó, en lugar de disminuir. Los graznidos también iban en aumento. Bastaba levantar un poco la mirada para ver cómo el cielo de aquella majestuosa ciudad rumana se llenaba de cuervos. Parvadas y parvadas se abrían paso por el cielo buscando un hueco en algún árbol. Si hay una ciudad gótica, es Iasi, la ciudad de los cuervos. Jamás vi un espectáculo tan perturbador como ese, excepto en el clásico thriller «The birds», dirigido por el maestro del género, Alfred Hitchcock.

El color oscuro de los cuervos, a diferencia de las gaviotas protagonistas de la citada película, infundía cierto misticismo, pero también, miedo. Las aves aguardaban sobre cada una de las ramas de la hilera de árboles que delineaban el extenso bulevar Carol I, como erguidos caballeros oscuros. Era impresionante. Con los primeros rayos de sol, las aves levantaban el vuelo, formando una densa nube, como al principio, durante su eventual ocupación de la ciudad y se alejaban, probablemente en busca de comida, hasta la madrugada del día siguiente.

Admiral Scheer


Admiral Scheer (collage y pintura), serie Azules y Rojos, pasado continuo
            «Cuando terminó la guerra yo solo tenía cinco años, pero me acuerdo perfectamente de que, durante los años posteriores, me estuve despertando aterrada cada noche soñando con el ruido de las sirenas que hacían que la vida se congelara en cualquier instante y fuéramos corriendo al refugio más cercano.           
 Recuerdo levantarme bañada en sudor frío gritando: ¡Los pitos, los pitos!».

El mosquito frustrado


El mosquito frustrado, tenía muy poca, por no decir nula, experiencia como chupasangre. Diríase que estaba en sus pininos. Hacía unas horas que había salido del huevo y su madre le dijo que fuera a buscarse la vida, así sin más preámbulos. Así que el mosquito picoteaba por aquí y por allá, pero no conseguía sangre. Hace un instante picó a alguien y sintió que no podía succionar aquella sustancia viscosa, casi se ahoga, y el pobre mosco huyó con el aguijón lleno de grasa. A saber dónde había clavado el aguijón. Queda claro que el mosquito deberá buscar urgentemente alguien que le dé una clase de anatomía, porque es cuestión de vida o muerte —ya lo había comprobado— saber dónde están las venas de los humanos y cuáles son aquellas de las que mejor se succiona la sangre, es decir, su alimento.

Always Black


Always Black (collage y pintura), serie Azules y Rojos, pasado continuo
            «La mayoría de la gente, vestía ya con harapos. Y vestidos y camisas eran remendaos una y otra vez, durante años. Algunos incluso iban descalzos.        
 Y fue entonces que Argentina mandó un cargamento enorme de grandes sacos de trigo para la población en hambruna. Recuerdo la mirada sagaz de algunas mujeres, comprobando y estirando la lona. Y como poco después, las sacas se habían transformado en todo tipo de bragas, calzones y ropa interior».

Refugio


Refugio (collage y pintura), serie Azules y Rojos, pasado continuo

“Los túneles del refugio recorrían Almería como un amasijo de serpientes subterráneas y yo de niño había aprendido cada uno de sus recovecos. Desde cualquiera de las entradas a sus túneles podía ir recorriendo a tientas el subsuelo y llegar a cualquier otro punto distante de la ciudad sin dudar en ningún cruce o desvío. “

Recovecos oscuros


«Recovecos oscuros» (collage y pintura), serie «Azules y Rojos, pasado continuo».
«Su marido se encontraba desaparecido desde el inicio de la guerra. Y de eso ya había pasado más de un año.
Un buen día empezamos a notarle el embarazo. Y mientras iba creciendo su tripa, se incrementaban a su vez los rumores malévolos, los insultos en voz queda y las miradas de reprobación y lascivia.           
Fue la comidilla del pueblo esos años en lo que no había nada que llevarse a la boca.
  Tiempo después, y solo al acabar la guerra, descubrimos que muchos de aquellos maridos, hijos, mujeres, vecinos o primos que dábamos por huidos o desaparecidos, realmente habían estado durante todo ese tiempo, escondidos en habitaciones dobles tapiadas con armarios o estanterías y en cobertizos o zulos en medio de la nada.          
Algunos salían en mitad de la noche para estar junto a los suyos; otros habían permanecido años encerrados en antros y agujeros a los que no llegaba luz alguna.           
El marido de la mujer embarazada había sobrevivido dentro de un pozo gracias a que su esposa le llevaba comida y cargaba al hijo de ambos rodeada de murmuraciones e insultos. Mientras ella callaba».