Egresado con honores de la escuela de paracaidismo, le correspondía subirse a la avioneta encargada de la titulación. Repasaba en su mente todo lo aprendido, excepto la olvidada envidia de sus compañeros.
Era alto y amable con las compañeras, obediente con las señales y aunque siempre pensó en ser piloto de avión, un amigo del colegio lo llevó a observar el mundo de los paracaidistas.
«Estamos en la altitud exigida para el examen final, ahora es mi turno, mis compañeros ríen, han de ser los nervios. Al saltar la sensación es única y muy parecida al nacimiento. Desciendo del cielo y naceré en la tierra».
El paracaídas no abre y comienzo a ganar velocidad. La fuerza g me lleva directo a estrellarme en la mismísima base de entrenamiento.
Dolor primero, no entiendo nada, luego mucha luz, frío y sangre. Un golpe seco en mis nalgas, boca abajo y al abrir los ojos veo a mi madre.
Continuará…
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