Corina Vidal, de 19 años, apareció a finales del año pasado en este pueblo. Llegó huyendo de un pasado incierto. Dijo venir de la Gran Ciudad.
Corina Vidal no tenía ningún conocido cuando llegó. La primera impresión que dio fue de una chica tímida, que no inspiraba confianza (a pesar de tener mirada amable), bajita, de cuerpo infantil y cabello oscuro, lacio y corto.
Rentó un cuarto en casa de la señora Chang. Durante casi cuatro meses vivió allí sin casi salir de casa. Parecía ser alérgica al sol y a las demás personas. Dice doña Cata, la de la tienda de la Coplamar, que Corina Vidal era callada pero educada. Saludaba y decía lo justo. Solo una vez se juntaron sus ojos, dice doña Cata, y vio en ella mucha culpa. ¿Cómo una niña de 19 años podría tener tanto peso encima?
…
Esta mañana, la señora Chang, al llevarle el desayuno, descubrió que yacía muerta bajo su cama. Corina Vidal estaba completamente desnuda. Solo un listón rosa adornaba su cabello. Su laptop también murió. Ambas, persona y máquina, sufrieron una sobredosis de cloro. Corina Vidal vertió el cloro sobre su laptop, quemó sus circuitos y ella se intoxicó con sus vapores.
Fue un suicidio. Y no lo digo por los hechos, sino por la nota:
«Querido EdMundo:
Me voy antes que me dejes, antes que encuentres la forma de desaparecerme por completo de tu vida.
Tengo miedo. Siento culpa.
Todos me miran con desprecio.
¿Qué les contaste de mí, EdMundo?, ¿qué les dijiste, para que todos me odien tanto?
Me voy y, conmigo, se van todas las fotos que nos tomamos juntos, las postales de París, los mensajes de las dos de la mañana, las conversaciones tiernas, las calientes, y las rabietas que me hacías porque no te escribía los «te amo» con mayúsculas.
Me voy y me llevo las canciones. Me llevo los viajes a Leningrado, las noches en Almagro y en Haedo, los veinte de enero y las aguas de marzo.
Me las llevo todas.
Se van conmigo.
Por último, me voy desnuda con solo la muerte de envoltura. Me voy mostrando a todos las areolas de mis pechos que tanto decías amar, enseñando a todos las estrías que una vez criticaste. Dejando al descubierto la herida en la espalda que me hiciste.
¿Ven que EdMundo también me hizo daño?, ¿a él no van a mirarlo con desprecio?, ¿no van a odiarlo?
Los cuatro lunares sobre mi ombligo, que jurabas decían tu nombre, han callado.
Quién fuera tuya, lo que duraron unos cuantos respiros:
Corina Vidal».
DEP Corina Vidal. Casi nadie la conoció. Vivió encerrada en su alcoba y en su alcoba murió.
Mil años antes de la era de Cristo vivió un rey que impartía justicia inspirado en la ley de su Dios.
Precedidos de voces y clamores, dos vecinos ingresan a la Corte. Cesan su griterío con la llegada del Rey. Su presencia impone silencio. Empujados por los guardias, saludan postrándose.
Salomón pide le presenten el caso. Hablan los hombres:
—Soy Josué y tengo por toda fortuna tres carneros. Éste de aquí es mi vecino Arón. Él tiene dos ovejas.
—Sus carneros preñan mis ovejas y él reclama los frutos de sus vientres. Sin dudas, Salomón, me pertenecen.
El Rey ordena silencio. Tras unos momentos de reflexión indica:
—Arón, entregarás una oveja preñada a Josué. La oveja, su cría y un carnero serán la base de su rebaño. —Y agregó— Josué, entregarás uno de los carneros a Arón para el comienzo de su propia manada. Sacrificarás el tercer animal en un altar para gloria de Dios. Celebrarás un banquete con tu vecino.
Satisfechos, los litigantes se postran en señal de respeto y admiración. Darán testimonio de este fallo.
El otro día me desnudé en el balcón,
a los ojos de un gato cojo
que se relamía viejas heridas.
Empecé con la chaqueta,
aparentemente tan fría
como el calor que guarda dentro.
Seguí con las gafas
pues para ver a las estrellas
sobran dioptrías…
Me dejé la camisa abierta
por si asustaban las cicatrices.
El pantalón no soportó la situación,
cayó, la arena en los bolsillos
hizo acto de presencia.
De aquellos castillos
son estas almenas…
Solo me quedaban un par de zapatos
con tapas recién cambiadas,
con algo de tacón
pues me gusta vivir en las alturas
y bailar haciendo mucho ruido.
Me desnudé por si no hubiera
una segunda vez.
Prefiero pasar frío
que calentarme y después tiritar
de nuevo.
No quería que me viera nadie
porque no hay mejor secreto
que el que guarda un corazón.
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