
Aislados de la vida.
Encadenados a la tristeza que agotó las lágrimas, al transitar rutinario.
Engullidos por la masa sometida a la dictadura de la norma, a la uniformidad que señala al disidente.
Resignados a la realidad; ni siquiera resignados: abducidos por ella.
Militantes acríticos del clan, dimisionarios de nuestra conciencia.
Aislados de nosotros mismos, y de los sueños olvidados.
Encerrados en una burbuja temporal, esperando a que explote para regresar a nuestro tiempo gris.
Incapaces de imaginar otro estilo de vida, asustados de imaginar que sea posible imaginarlo.
Acomodados en nuestro aislamiento emocional, confinado el corazón.
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