Transitar…


Estancias vitales que rememoran palmo a palmo nuestro presente,
nuestro pasado, pero que sigilosas e inciertas nos conducen al futuro.
Memorables e infalibles sensaciones de felicidad,
de nostalgia, de ternura, de paz.

En el momento exacto, dos suspiros reavivan la agilidad vital,
la sagacidad del quehacer cotidiano, de este solemne transitar.
De ese trajinar perecedero, amalgamado de tristezas y alegrías.

Transitar exquisito, de apaciguadas y afables emociones,
de delirios, de certezas, de amor, de locura, de pura vida.

Etéreo…


Momentos difusos, soslayados por tristezas o alegrías.
Secuencias vitales, pragmáticas y disímiles de angustia o de placer.
Periodos atemporales y auspiciosos en los que uno produce y reproduce
fugaces recuerdos de su historia.
Estancias cotidianas y atípicas con las que uno acaece
en las puertas de la impalpable y eterna soledad.

Así es la vida, ese paso etéreo y terrenal
por un inusitado lugar en donde confluyen
personas, momentos, emociones y sensaciones.
Así es la vida, un elegante y cortés ejecútese de alegrías,
placeres, pasiones y sublimes desazones,
tan indebidas, tan insolentes pero al final tan ineludibles.
Así es el paso por la vida, tan inefable e infalible,
pero a la vez tan sutil y tan etéreo.