Un infinito, tumbado, representando un tiempo pasado y que va pasando, un círculo que se une y se separa, conexiones, fluctuaciones, todo bien, todo mal, todo es relativo. Te separas, lo ves de lejos y entonces entiendes, puede que incluso aprendas. Una vez entendido quieres volver, y te acercas para vivir más dentro de ti, hasta que llega un momento en que te vuelves a dar miedo o en donde solo quieres huir y te vuelves a dar un tiempo y de lejos vuelves a entender todo. Ciclo tras ciclo, todo por fuera se repite mientras que los matices no paran de cambiar.
Etiqueta: aprendizaje
La paradoja de Schrödinger
Estoy y no estoy.
Vivo y soy los extremos.
Muero y me vuelvo los medios.
Me veo al espejo y,
al no verme, me doy cuenta
de que existo y que no.
Me percato,
al ver mi cuerpo desgastado,
de que estoy muerto y vivo.
Y veo que soy un ser capaz
de una gran bondad
y de una muy afilada crueldad.
Brillo y no brillo.
Curo y enveneno.
Amo y no amo.
Por años busqué definir
a qué extremo
pertenecía yo.
Tomó mucho tiempo saber
que la verdad estaba
en todos y en ningún lado.
Centrífuga
¿Qué significa cometer un error?
Pues, nada.
Errar es de humanos, así que eventualmente y sin duda alguna vamos a equivocarnos. Independientemente del resultado y las condiciones que llevaron al hecho, el meollo del asunto es atravesar la burbuja del aprendizaje.
No siempre pasa. Naturalmente, este sistema de reconocimiento y corrección efectiva no suele acontecer tanto como es necesario. Muchas lecciones quedan en “próximamente” y el polvo de nuestras pieles se va a invadir las verdades más evidentes a nuestros alrededores. Puede ser que hasta nos nuble el presente, opaque un poco lo importante.
Decirlo… no es algo de débiles. Aceptarlo es de entusiastas. Enmendarlo, necesario. ¿Cambiarlo?, de valientes.
Si no volvemos al camino es porque, así de simple, no queremos.
Reflexionamos, buscando causas, efectos y respuestas definitivas.
«Lo hago, me arrepiento. Lo disfruto, así que miento. No hay enmienda, pierdo el tiempo. Nadie mira… yo no lo siento».
Actúo y engullo el momento.
Vitamina C para el futuro tormento, aquel que no sé si me depara pero quizá, solo quizá… me merezca.
Vivir para uno, respirar cada carbono. No sufrir mis acciones, no doblar en las esquinas… aunque dé mil vueltas, solo ganar y ser perdido en realezas.
Qué dulce es la riqueza.
¡El agua es para los pobres!
Yo tomo vino, o degusto cerveza.
Te calma el filo de la espada,
o le tienes miedo a la certeza.
El que no ha pecado, que lance la primera piedra.
Escucho serpientes en el ático, el aullido de un perro me atormenta.
Recién me han tocado la puerta.
Alguien me busca, cobrarme no le pesa…
Nunca se espera que el karma caiga a cuestas.
Yo vi la vida pasar
Yo vi la vida pasar
y tan rápido que iba
no la pude detener.
Al principio me miró
—directamente a los ojos—
ofreciéndome mil cosas,
de hermosos y diversos colores.
Prometió una niñez rosada
en los brazos de mis padres,
llena de cuentos de hadas,
princesas y caballeros andantes.
Luego me haría volar
en el lomo de Pegaso,
tocando miles de estrellas
en el cielo y en un mar
azul turquí.
Me presentó los poemas
para hacerme suspirar:
Béquer, Darío y Neruda,
en sus letras aprendería
a llorar por el amor.
Con Allende, Grisham y King,
me ha enseñado el bien y el mal,
la esencia de la existencia misma,
el lado oscuro y profundo.
Cerré los ojos un segundo
y la vida se me fue,
entre páginas de libros
y algunas que quise escribir.
Camino sobre hojas secas
de variado colorido
en este largo —corto—andar,
que la vida me ganó
—siempre correrá más rápido—
y su paso no se detiene,
ni para esperar por mí.
https://pixabay.com/en/autumn-road-fallen-leaves-wet-2182019/
Tácito
No es fácil enseñar
El demiurgo no programa de esa manera
El proceso se crea
Es espontáneo
Es visual
No se escribe
Ni se conversa
Se hace, se desarrolla
Se ejecuta y se observa
Se siente
Así se aprende
Es la manera
Como transmitimos
El conocimiento
El deseo
El amor
Esto
Que es sólo nuestro.
Yace el hombre
Yace en mi cabeza un cementerio
de recuerdos y caricias,
yace el recuerdo de aquellos años
cuando jugaba con la luna
a que era mía y yo de ella.
Yacen allí sus caricias maternales
cuando el sentido de la vida
era mi propio limbo.
Yace el recuerdo de los aprendizajes
el de una monja y un hermano
y aquel amigo que jugando
a ser un hombre, en un descuido
siendo el hombre, murió ahogado. Seguir leyendo «Yace el hombre»
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