
Muchas veces me pregunté
si realmente llegaría
algo que me sacaría
del espacio al que me adapté
—al que luego incluso me até—.
Después de tanto, dudaba
llegar a ser desarmada
de las capas que vestía
aun cuando me entristecía
la soledad que implicaba.
Estaba atenta y decía
«vida, te invito a sorprender»
pero al ver aquello pender
de un hilo: mi valentía,
mi ilusión se reducía.
Y seguía el descontento
con intento tras intento
en los que el patrón repetía…
Algo adentro se sentía
sin ser visible el obtento.
Tanto se movió, de a poco,
hasta que al fin llegó el día
en que yo me lanzaría
sin temores ni sofoco,
sin pensar «¿si me equivoco?»
Cuando me dejé sorprender
no quise más detener
la fuerza con que vivía,
familiar a la que veía
en Lucas y su radiante ser.
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