
Dos violentos muy excitados llegaron a la cárcel con bidones de gasolina para quemar vivos a los 38 hombres (curas salesianos, falangistas de la familia Ibarra, empresarios y hombres de derecha, según el criterio de los que decidían) que allí habían confinado, y no lo hicieron porque otros hombres de izquierda, que estaban preocupados en la puerta, lo impidieron.
Los encarcelados, aterrorizados, oían las pretensiones, voces y discusiones.
En Arahal, no tuvieron esa suerte los encarcelados de derecha y ardieron vivos.
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