Jorgito abre su tasca en el centro de la ciudad.
6 am.
Y empiezan a acudir ante su llamada los feligreses. En fila india y golpetones.
Rezan sus mismos mantras diarios y confiesan penurias y miserias. Se arrodillan por un cigarro (el tercero o cuarto de la mañana) y comulgan emocionados con vinos muy rojos y cervezas muy frías.
El Uruguayo oficia su misa diaria entre legañas, protestas y olor a botafumeiro.
Nadie se santigua ni parece siquiera ver el calendario de la Virgen de la Macarena que preside el altar mayor la barra.
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