El amor hará el resto


Intentaré describir mi sueño de manera precisa, aunque advierto que, como suele ocurrir cuando una se despierta de un sueño, suele haber lagunas, especialmente porque despiertas preguntándote cómo ha llegado tu mente a formular semejantes quimeras.

Yo había vuelto del pasado, lo que significa que había probabilidades de que yo no fuera yo y, por tanto, podría toparme con la yo del presente que había permanecido en el mismo lugar y espacio. Esa yo, había tenido un bebé, pero como no estaba segura de ser yo misma u otra versión de mí, pues tampoco estaba segura de que ese bebé fuese mío o no.

Además, había mucha tensión centrada en ese bebé, como si fuera especial. Y lo era. Había una fiesta, tal vez los Carnavales, por lo que mucha gente estaba en la calle, disfrazados (o no), bailando y bebiendo. En determinado momento todos guardaron silencio para escuchar de dónde venía el llanto de «El bebé». Aunque había más bebés, parecía que ese llanto también era especial, particular. Yo también estuve atenta y en cuanto le escuché, acerté a localizar al hombre que tenía a mi hijo.

Lo seguí e incluso volé por encima de mucha gente que quería impedir que me acercara a mi hijo. Cuando lo alcancé, lo tomé en brazos y el bebé me dijo: «Hola, mamá» como si me hubiera reconocido, sin embargo, era un recién nacido. El hombre me hizo subir en un coche y yo coloqué a mi pequeño en la silla. El susodicho personaje conducía con mucha velocidad y de pronto entramos en un túnel que se iba oscureciendo cada vez más. Tuve un mal presentimiento, así que volví a tomar en brazos a mi bebé y empecé a amamantarlo, con el coche en movimiento. Cerré los ojos y dije en voz alta: «El amor hará el resto».

Nos sorprendió una luz cegadora y tuvimos un accidente. El hombre que conducía el coche debió perder el control al salir de forma tan repentina a ese chorro de luz. Estábamos rodeados de policías y personas que iban a ayudar, pero el hombre que conducía el coche se había convertido en cenizas. Yo salté el arcén hacia el sentido contrario y conseguí que no me viera nadie. Había una furgoneta blanca con la puerta abierta esperándome. Subí.

Desperté.  

«Te amo»


En el último momento del día,
en el postrer esfuerzo
que me demandas.

Derrotada. En el piso
por enésima vez
en la jornada,
a punto de perder
la batalla.

Pero me abrazas.
Algo se enciende
en tu mente
y te me abalanzas,
haciendo el sonido
de siempre:
—Uhhhh, mama.

—Sí, te amo
—digo, como siempre,
conquistada.

—… a-mo.

(¿¡!?)
Las campanas de la vida
suenan en cascada.

—Te amo.
—A-mo.

Tu carita de triunfo
ante la nueva palabra.

Yo, a punto de estallar
en lágrimas.

—Te amo.
Te… a-mo.

Ponerle un vocablo
al sentimiento
transmitido,
percibido
desde el vientre,
desde mi alma
hasta tu alma.

Tu cabezota
adorada
que se recarga
en mi hombro,
abandonada.

Tu voz diminuta
en mi oído
diciendo esas palabras.

—Te amo.

Victoria personal,
transmisión de amor
y enseñanza;
hay personas
que jamás aprenden
a decir esas palabras.

Próxima presentación del libro «Cómo enseñar a leer a tu bebé»


¿Feliz?


Parados en el semáforo

esperan a cruzar

un hombre y una mujer

con

un carrito de bebé.

Él abre los brazos

y se estira.

Ella

por debajo

le abraza

sonríe

y

cierra los ojos.

Es un día bonito


abel

Es un día bonito

cálido

(de manga corta y refresco).

Las flores

se atreven a salir y

algún pájaro canta

alegre.

He visto volar mariposas

en el cielo, las moscas

juegan

en el haz de luz.

Hay pelotas rojas en el parque hay

un leve olor a jazmín…Pero

              es invierno

-lo llaman efecto invernadero-

y es lo que tendremos que explicar

 

a nuestros hijos

 

cuando nos pregunten

por qué

no hicimos nada.

(Noticias)